En Zona

jueves, 8 de julio de 2010

Los libros y la memoria


No es posible apresar todas las caras que suele presentarnos la realidad, por eso apelamos a la ficción para construir a veces esa realidad que nos presentan de ratos o todo el tiempo.
Como si el tiempo real, como si la realidad fuese la única fuente con la cual nutrirnos. De ahí que la literatura sea una organización de los hechos, que siempre los hechos no tienen en sí.
La gente lee menos, dicen, cosas serias. El público quiere otras cuestiones. Desea pasar el tiempo, que nada altere ese aparente reino de cordura en el que vivimos. Menos ensayo, menos pensamiento crítico, menos aprendizaje. El mundo quiere placer, hedonismo puro, menos compromiso y más ligereza.
Por eso, ahora que seguimos idiotizados frente al televisor, sabemos que estamos a salvo de cualquier realidad, porque estamos bajo el influjo de esa realidad, que nos sienta frente a un plato de comida, mientras explotan las bombas, en ese mundo perdido que ya debe ser el cuarto o el quinto, que nos tiene sitiados a nosotros, en nuestra casi de clase media.
Nos enseñan a hablar, a pensar, a dormir y hasta a hacer el amor.
Nos venden políticos, perfumes y caricias.
Nos imponen reyes de la moral y hasta guerras justas. Nos meten el miedo en el cuerpo y nos volvemos enemigos de clase, de aquellos que hacen huelgas y no nos dejan llegar a tiempo a nuestra humillación diaria, que algunos llaman trabajo.
El arte opera sobre la realidad, como dice José Pablo Feinmann, arrancando de ella algo que en ella no hay en realidad.
De pronto las editoriales descubren hoy, que el pensamiento ya no vende.Que no hay tiempo, que el lector, ese tipo sentado con un libro en las manos, es una fantasía. Que ese mismo tipo hoy por hoy, quiere cosas rápidas, sin acartonamientos, no pensar, seguir la marcha, que ya le contarán de qué va la vida, en el telediario de las ocho.
Mientras tanto, tomamos mate mirando por la ventana, saludamos a algún vecino y dejamos que la fresca se vengue de tanto calor suelto.
Nos bombardean con el aborto, con el matrimonio gay, con las descargas ilegales de internet, con el aumento de la edad jubilatoria, con la crisis que pagamos nosotros y con nuevos trabajos esclavos para todo el mundo.
Entonces, la clase media, se hace de derecha. No, mejor dicho, demuestra lo que siempre fue: esa especie de cuna de serpientes con rango social, que abomina de los otros, los que sudan en vez de transpirar, los que cortan el tráfico o los que meten las patas en cuanta fuente histórica hay en su camino.Los que en definitiva no son "gente" como ellos.
Piden mano dura. Que regulen el derecho a la huelga. Que el gatillo fácil sea fácil para con los que deben morir siempre. Que se construyan grandes tapias para que tapen lo que no hay que ver.
Pretenden que trabajemos gratis. Que seamos personas sin conciencia. Que aceptemos sin levantar la cabeza. Que nos reglamenten los hijos que debemos tener, porque como animales que somos, no podemos decidir. Que nos quiten las conquistas que con sangre y fuego, conseguimos arrebatarle a patronos, curas y gendarmes. Que seamos lo que siempre hemos sido, mercancías baratas y dispuestas. Que nos bendigan el amor, aquellos que violan a nuestros hijos. Que nos den la vida aquellos nos pegan tiros en la nuca y por la espalda. Que nos contraten aquellos, que estafan y roban a manos llenas y se indignan cuando, no pueden más.
Por eso, no es casual que con los tiempos que corren, hayan decidido que no es momento para pensar. Que no es momento para aprender y aprehender. Que ya está bien de esas cuestiones. Que no es tiempo de andar pensando, sino cuidando lo que tenemos. Es hora de convertirnos en traidores a sueldo y beneficios.
Por eso, mientras algunos dudan, es bueno recordar por si acaso, que no hace mucho tiempo, la policía paraba por las calles de mi ciudad, a aquellos que portaban libros. Eran sospechosos de saber. De pensar quizá demasiado.
También que, cada tanto a uno se le ocurre a la salida del confesionario, que sería bueno una quema organizada de libros y porque no, de sus portadores, así muerto el perro se acaba la rabia.
Mientras tanto, sigo tomando mate en el balconcito, mirando a la gente pasar. Esperando...