En Zona

domingo, 31 de octubre de 2010

Tristezas Argentinas


"Nunca me metí en política, siempre fuí peronista" decía un personaje en una novela del inolvidable "Gordo" Soriano y los que andábamos juntando los pedazos de la derrota, sonreímos de costado.
Ni buenos ni malos, apenas incorregibles, decía Borges, Jorge Luis por ahí y los que tratábamos de no olvidar ni nombres ni rostros, mientras sonaba Keith Jarret, asentíamos la bondad de la ironía del más inglés de los escritores en castellano.
Así fuímos guardando entre las medias y la ropa interior, recuerdos, nombres, valentías y cobardías.
Un día nos llegó Malvinas y los argentinos llenaron la plaza, perdimos y fuímos a putearlos. Vino la democracia, con la que se comía, se curaba y se educaba.
Y ahí fueron a votar, los que antes decían que por algo habrá sido, algo habrán hecho y se convirtieron.
Digo.
Se convirtieron en los demócratas más acérrimos. Los inventores de la democracia. Les recitaron el preámbulo y ya, éramos democráticos que los mismos ingleses o franceses.
Estos, los gobernantes de la timba, perdonaron a los que estaban embarrados en sangre hasta las orejas. A los jefes no, algunos de ellos, cayeron en la partida. Los otros, los que metían picana, los que violaban, los que mataban amparados por la cruz y el dinero, a esos no. Esos debidos a la obediencia, fueron perdonados.
La cosa siguió, hasta hubo dos demonios para tranquilidad de los bienpensantes.
Después vino otro, con poncho, patillas, bombo y escarapelas. El día del triunfo se fué a su pueblo en los llanos y se llevó con él, al directorio de Bunge y Born.
Los vientos clamaban, pero ahora había que vender.
Seguimos siendo los más demócratas entre los demócratas del mundo. Nos enseñaron eso de las relaciones carnales y mientras nos hacían los que nos hacían sin decirnos apenas que nos querían, soltaron a los asesinos.
El medio argentino, ya que no era ni siquiera argentino medio, se contentó igual, con el dólar a un peso, se atrevían a todo, cámaras, pisitos, autos, créditos, tarjetas de cédito, y, "qué vivo es este tipo" decían en el bar, los que como sabihondos y suicidas, seguían esperando por cierta esperanza.
Después de casi diez años, llegó la honestidad, que dejó una treintena de muertos un 20 de diciembre como epílogo, un corralito y la sensación seca de tener que comenzar de nuevo, sin llorar, a enderezar los caminos.
Pasaron tres en el gobierno que no hacían uno.
Digo
Estamos rodeados y son para peor.
Hasta que llegó este. Ganando por poco a uno de los anteriores. Nadie daba tres mangos por él. Duraría lo que suelen durar las farsas.
Sin embargo, ese día luminoso de justicia, cuando hizo subir a una silla al militarito de turno para que descolgase el cuadro del dictador, ese día, a muchos nos cruzó una sonrisa el almita atribulada que portábamos.
Otro día, dió la orden terminante de no reprimir ninguna protesta. Esa noche, algunos bailamos alrededor de ciertas fogatas, entibiados por el vinito salvador, que nos permitió abrazamos largo, mientras sonaban los redondos en el equipo.
Otro día, apuró a los lerdos y la justicia volvió a la carga para meter preso a tanto asesino suelto y prejubilado. Abolió leyes terribles e inmorales. Ahí, en ese momento, compartiendo mate y canciones, nos buscamos los ojos, para mirarnos largo y sabernos a pesar de todo que estábamos casi bien.
En ese momento crucial, cuando Madres de Plaza de Mayo decide, que ahora la acumulación debe dirigirse a otros horizontes y que venía el tiempo del castigo y de la justicia, ahí supimos que este tipo, parecido a un actor cómico de televisión, estaba haciendo cosas inéditas.
Digo.
Los setentistas en serio, los que venían del palo, no los tilingos de coordinadoras ni chicago boys, sino aquellos, que enterraron en el patio del fondo, libros y libretas con direcciones, aquellos que salieron de noche por techos y ventanas. Los que tuvieron que hacer artesanías en Minas Gerais, los que debieron cambiar de ciudad, los que encerrados entre tanta lluvia, tuvieron que esperar, encontraron en este tipo, con sus errores y sus aciertos, a uno de ellos.
No se llora la muerte de un compañero. Se lo reemplaza y se sigue. Ahí está la compañera, que no se parece a la otra viuda y por suerte ni siquiera hay ningún Balbín a mano.
Pero hay otros. Esos que se llaman "La oposición", los domesticados, los esclavistas con ganas de seguir haciendo negocios, los traidores a reglamento, los gimnastas de la entrega, los cómplices de la desmemoria.están ahí esperando por su oportunidad, vociferan, hablan de tiranías. Se amansan unos a otros, esperando por el fin del oprobio, el de ellos, claro está, no el de nosotros.
No hace falta más, a estos ya los conocemos. Solo falta recordar. No olvidar, saber que esos, también son la contra.
Uno, cualquiera puede estar de acuerdo o no. Lo cierto, que este, hasta ahora fue el único que se acordó un poquito del resto. Ahí está la asignación por hijo, más allá está el aumento de reservas, también más acá está la "estatización" del Banco Central, las jubilaciones y otras cositas, que en el fondo volvieron a ser de nosotros.
Quedan cosas. Quitarle el poder a los medios, a los grandes medios de comunicación, democratizarlos, hacer de ellos, lo que deben ser medios de comunicación y no centros de poder. Es una batallita. La otra, es repartir las ganacias de las empresas con los trabajadores, darle otra vez sentido a la palabrita tan mal usada y tan gastada: plusvalía.
Días de tristeza fueron estos días. Sin embargo nos queda la sensación de haber pasado un buen tiempo con un tipo, que nos volvió a descubrir la política, esa que siempre nos hizo sentir estar entre la gente y en medio del tumulto.
El resto, como siempre es un desierto, sitio en donde los que sobrevivimos nos hicimos baqueanos, en donde nos refugiamos esperando hasta que aclare, como síntoma, como siempre se estipula en estos casos.
Me queda la imagen de esa mujer llorando, como la de aquel colimba del '74 mientras pasaba el cuerpo del otro muerto ilustre.
Tal vez sea esto el peronismo. Tal vez de eso se trata todo. De apechugar la tristeza y seguir tirando hacia adelante, sin elaborar toerías sobre el populismo o el peronismo.
Entonces, dos fotos, esta, de ahora tiene más fuerza que todo lo dicho, pero había que decirlo.
Un abrazo.

jueves, 7 de octubre de 2010

La fiesta de varguitas


Pasaron veinte años desde que los suecos, se dignaran siquiera a mirar la literatura escrita en español o castellano o en esta lengua que para ellos, para los del norte suena como una especie de dialecto tercermundista. Para algunos habitantes del reino español también, pero esa ya es otra cuestión.
Mario Vargas Llosa es premio nobel.
Gana la literatura de nuestros territorios, gana un impulso grandioso la gran fabrica de sueños que es Latinoamérica. Con varguitas, gana una forma literaria extraordinaria. Podemos coincidir con él, en este ámbito, a lo mejor, en el otro, no, pero eso es lo de menos.
Digo
Vargas Llosa, es de derechas, liberal y representante del pensamiento dominante. Nos podrá parecer excesivo, pero es su postura. Correcta o no, representa ese pensamiento provinciano de blancos en territorios de salvajes. De "gente bien" que se desgarra las vestiduras ante tanta tiranía populista. Ante tanto descamisado hediondo, que tiene los mismos derechos de tanto blanco ultrajado.
Vargas Llosa encarna eso. El apoyo irrestricto a políticas de saqueos, de achiques de estados, de mercados que se regulan solitos y de unos cuantos lenguaraces que apoyan la mano dura, cuando los que se sublevan y no aceptan, son los sublevados sin nombre, los de abajo, los de las entrañas de la tierra, mejor dicho los habitantes de ese subsuelo sublevado.
Ese pensamiento, por el cual, lo adoran en Europa. Esa forma de ser, el mejor entre los esclavos, que prefiere que su tierra sea un simil de la quinta avenida a ser, lo que es.
Sabemos que un liberal con miedo, siempre es un fascista.
Digo
Con Vargas Llosa, escritor, ensayista, el territorio de la ficción tiene a uno de sus más grandes talentos. Un escritor necesario, inabarcable y esencial a la hora de entender algo más de esto, de este acto de verdades de las mentiras.
"La Guerra del Fin del Mundo", "La Fiesta del Chivo", o yendo hacia atrás "La Tía Julia y el Escribidor", "Conversación en la Catedral", "Pantaleón y las Visitadoras", son solo algunos de los rastros de esta frondosa obra que carece de límites.
Un escritor que desde su Perú, retrata un mundo. Que nos obliga a descubrir las sendas de una obra que desensilla y se nos acerca entregando una narración interminable, que desde el comienzo mismo nos hizo, mejor dicho me hizo, descubrir a un escritor en la mejor tradición de la literatura. Aquella que cuenta y cuenta sin detenerse ni un segundo.
El lector, descubre lo que varguitas quiere que descubra.
Así es este continente brumoso que se llama América, Sudamérica, Hispanoamerica o América Latina o simplemente una tierra que fue descubierta y abandonada, que se nutre de sueños locos, de memoriosos, que sin llamarse Funes, recuerdan y se apaciguan en la literatura de este escritor notable, que habita este espacio y que siempre nos lo recuerda.
Vargas Llosa es fundamental para entender los orígenes del viento, el sonido de las nubes y de manera grandiosa, hacernos descubrir entre tantas páginas, huellas de un creador que carece de límites y que afortunadamente, en cada novela, logra conmovernos, hacernos un poco mejores.
Menos mal que en el reino de Suecia, alguien piensa y se acuerda de un tipo como Mario Vargas Llosa, un escritor torrencial y necesario a la hora de entender un paisaje, que sigue creando ficciones a sus 74 años para alegría de aquellos, que defendemos con cierto ardor el país de la imaginación, la nostalgia por las buenas historias y la sensación de estar siempre con un tipo que sabe regalarnos la más rotunda de todas las mentiras que siempre suele ser la literatura en estado puro.