En Zona

domingo, 24 de abril de 2011

Postales argentinas



Día 1
Esta ciudad es como un abrazo, a veces cálido, otras suave y a veces ajeno. La ajenidad. la extrañeza, el sentido opuesto. Distancia, pura y lisa distancia. Me duermo y me despierto acompañado por las pasos de baile de las hojas de los plátanos al compás del viento.
El tren que pasa enfrente de mi ventana. El siseo de una lengua que es mía. Las personas con una cortesía que siempore vuelve al origen de las cosas. Cuestiones.
Loos chicos y sus madres que van al colegio. Mi vida, que se cortó unas tarde y que sin embargo sigue.
Le robo un título a un escritor famoso que vive en Barcelona. Y sigo disfrutando de las estaciones de trenes suburbanos. Busco pistas. Algunas, misteriosamente siguen ahí. Otras maduraron y se fueron.
Me duermo pensando en las distancias.
Es que casi me asombran las mismas cosas. Las mismas cuestiones.
De fondo me ronronea Invisible, el primer disco y el "flaco" canta como muriéndose a cada sorbo. Y por otro lado, las palabras de Adelaida Cigli que me indican en estos tiempos de reencuentros, regalos y señas que: "El amor no es real/ es un proceso/ y como proceso es real, no se ama a un otro/ lo que se ama es el amor...".
Digo.
Este es el sitio. El lugar de los amores contrariados, de las rebeldías y de las alegrías rabiosas. De las palabras nunca dichas, de la felicidad bailadora y encabalgada que siempre reposa en la falda de alguna pregunta.
Este es entonces el sitio en donde las palabras se dirimen con el sentido exácto de las mismas y vuelven a cobrar significado algunas otras que quedaron adormecidas en el desván de la memoria.
¿Se tiene el perdón cuándo no se lo pide?
El comisario Patti está preso.Un hipo de puta menos. Ahí la historia sigue con su baile. Un balanceo que nos lleva todos a lo mismo, pero diferente.
La ciudad, el contorno nos involucra todos. Sos vos y soy yo. Eres tú y soy yo.
Una ciudad al final del mundo. ¿Qué mundo? ¿El tuyo? ¿El mío? Esta ciudad, somos vos y yo, son los otros. Somo nosotros siendo otros.
Joe Cocker, el de los años sesenta suena a mi alrededor. Los años pasaron y milagrosamente estamos vivos, más viejos, pero vivos.
Ellos no lograron su cometido. Ellos como siempre fracasaron, porque ellos siempre fueron unos fracasados a pesar del esfuerzo que hicieron a fuerza de torturas.
Mientras tanto, las hojas de esos árboles añosos, queridos y entrañables árboles siguen bailando al compás del viento, como cuando, vos y yo, creíamos. Como cuando vos y yo, en la locura de los días por venir, solamente vivíamos echando espuma por la boca.
Digo.
De golpe me maravillo. Me deslumbró en una ciudad recóndita. Lejos del mundo y llena de vida por vivir.
La vecina habla por su teléfono móvil o celular. La otra lleva a sus hijos al colegio, aquella mira desde la acera la vida que no fue, esta otra presiente la vida que vendrá.
Todos, de alguna manera conforman la vida.
Esta vida que vos y yo, seguimos siendo.
Entonces, me llega la historia. Esa que siempre fuí. Esa historia que soy.
Día 2
Estoy en el culo del mundo y me deshago de mi. Me desnudo y ya no soy yo. Soy el otro
¿Soy el otro?
Buenos Aires es. Como siempre un banquete baquíco solamente es, eso. En donde no hay primeras figuras, solamente otro componenente más de un impresionante banquete.
Un chico me pide dinero y se lo doy, porque soy, nada más eso que le doy. Apenas un gesto.
Buenos Aires, no son aquellos que disfrutan. También son los otros ¿yo?
Ni bien desembarqué me regalaron el libro de Ulises Gorini sobre unas mujeres, que como Antígonas pidieron lo imposible y ahí están, siguene estando para alegría de mi viejo corazón, ayudando para que no me olvide. Menos mal que alguien piensa por uno. Menos mal.
Día 3
Tomo un taxi. La ciudad más lejana del mundo está enamorada del verde. El taxista espera al macho que lo redima, mientras desteje odios en cada semáforo, esperando complicidades, guiños apenas que le hagan menos cruel la vejez, la rabia destilada a cada uno de nosotros.
Me abrazo a mi hija, espero hacer lo mismo con mi hijo. Mi sangre eternizada en otros hijos, que algún día habrán de olvidarme, como ley de vida. Como camino sin retorno.
Domingo de mate, diarios y un solcito de otoño, que gana por varios goles.
Aquel que viva fuera de este país, no sabe de qué se trata.
Día 5
Esta ciudad explota. El otoño se adueña de los colores. Los olores y las sonrisas. Todo comienza a postergarse hasta la próxima primavera. Buenos Aires, comienza a dormir la siesta de la melancolía del gris. Así fue siempre. Así será siempre. Es solamente otoño.
Ahora suena Janis Joplin y Colegiales, el barrio que me rodea, estalla. El mundo, para el porteño típico se paraliza, el resto del mundo comienza a moverse al compás de las mejores ondas que recorrieron este territorio.
Descubro, que este país, que nosotros, seguimos en lo mismo de siempre. No hay espacio para descansar, no tenemos derecho al descuido. Uno no pude relajarse leyendo a Phillip Roth o descubrir algún color que se asemeje a la vida misma, porque la vida misma pasa muy deprisa. Uno a esta ciudad, debe construirla a diario, desmontarla por las noches y recomenzar por la mañana otra vez como un Sísifo alegre.
Día 5 (por la tarde)
Me presiento caminado por calles, que para mí son antiguas y que hoy me parecen nuevas. Me palpita la vidita, mientras el olor me hace preguntas. La ciudad se hace oscura, entonces la ciudad ¿os cura?
Se puede decir que si. Esta ciudad y lo que contiene si.
Pero...
¡Ah! El compañero Julio López sigue desaparecido. Quien no lo sepa, era testigo y los enemigos de la vida, se lo llevaron hace poco, para que vos y yo, no nos olvidemos. Para que vos y yo, sigamos pidiendo por el y por los 30.000 que faltan, Esto también es este paraíso.
No, nunca olvidemos y que se mueran de una buena vez lo feos de esta parte del planeta.
Día 6
Helen Zout, una mujer de Santa Fé que vive en La Plata, me enseña.
Me dibuja las coordenadas de tanto dolor estacionado. No florecen los árboles como en otra parte del mundo. Nada es tan apacible.
Ella fotografía. Saca y sacó fotografías. Radiografías de lo que somos también. Deja rastros. Hace muescas. Dirige los vientos. Perturba. Logra dejarme con la boca seca, me reseca la sonrisa. Me congela el amor. Ya no soy yo, soy otro. El que mira, soy yo y el que es mirado también soy yo.
La foto es suya. Esa la de arriba y es Julio. Somos todos ese hombre desnudo y con los ojos cerrados. Si, esa foto. Esa de arriba. Ese es Julio. Ese somos también nosotros. Ese es él. Somos vos y yo. Yo y vos. Seguiremos siempre siendo vos y yo. Siempre seremos vos y yo, mal que les pese a los otros . Hasta que aparezca. Aunque no lo quieran esos. Los que se juntan en barrios selectos y pulcros, cerrados y al salvo ¿a salvo?, aquellos que se creen dueños y tiene miedos atávicos por el color de piel, raza y credos de los otros. A esos que tienen nombres comunes, historias que quieren ser comunes y no lo son, porque en el fondo no pueden ser nada más que lagartos, que nunca supieron lo que es el sol, pero quieren adueñárselo a toda costa, a pesar de ser demócratas y tener mujeres del otro palo. Amigos siniestros, pero inofensivos que dibujan novelas y rabiosas dudas de no ser aquellos que nunca quiseron ser.
Por eso
¿Qué sentiste cuándo te fueron a buscar?
Esa es una de las tantas preguntas que te brinda esta parte del mundo. Un mundo ajeno a la quejumbrosa manera de sentir de la parte desarrollada del planeta. Acá, aquí está todo, siempre por dirimirse. Aquí duermen los monstruos y acá, los ángeles casi no preguntan.
Y sin embargo. Buenos Aires está viva. Vive, late y se recupera, a la sombra de los paraísos de la estación Coghlan, como si nada ocurriese. Como si nada debiese ocurrir, porque nada ocurre en este milagro de ver ya árboles amarillos, esperando la próxima primavera, la que vendrá a funaleriar tanta muerte nueva, mal que les pese a los sepultureros de siempre a pesar de tener nombres repetidos y amar a la misma mujer de siempre.
Digo.
Esta es una ciudad que invita a pensarse. Desde otro sitio. A encontrarse y desencontrarse. No existe a las tres de la mañana ciudad como esta. No la inventó nadie. Nadie puede soñar con un sitio como este. Habrá otras. Claro que las hay. Pero ninguna resume como ésta el sabor de saberse vivo. Que me perdonen los que mejor saben de esto, pero este perfil de preguntas, de olores y sabores, solamente tiene un nombre.
Esta ciudad al sur del mundo. tiene lo que nunca imaginé que tendría o lo que siempre supe que tenía y que de alguna manera, sigue prendida a uno, como el mejor beso nunca dado y siempre deseado.
Pero y disculpen, quiero seguir con Julio López.
El de la foto. Ese que desapareció la semana pasada, el mes pasado, el año pasado. Ese que señaló al torturador, ese que se atrevió cuando no todos suelen hacerlo. Ese, el de la foto de Helen Zout, que hoy, que ahora tiene una expsocisión en el San Martín y que merece, de nosotros, ese respeto y esa furia y ese amor, que en el resto del mundo no suele conseguirse. Porque acá, aquí el fuego sigue calentando a pesar de tanto viento y tanta crisis.
Por algo será ¿no?