En Zona

jueves, 31 de mayo de 2012

Los años del fuego

Por aquellos tiempos, la vida era casi en blanco y negro. El país estaba ocupado militarmente por el ejército argentino. El nombre estaba proscripto y la avalancha era ineludible. Eran años de fuegos, años de comprender que la resistencia se hacía en las calles y que se luchaba por algo más. La dignidad no se entregaba.
Pasaron cuarenta y tres años de aquel levantamiento popular y combativo. Córdoba fue el escenario y desde allí y en medio de las pólvoras y las broncas, surgió una nueva conciencia. Conciencia popular y de lucha.
Se sabía de antemano que la fuerzas de oposición, las letales fuerzas que sometieron a este país desde tiempos inmemoriales no iban a renunciar a nada. Nunca lo había hecho y por supuesto nunca lo harían sin incendiar todo lo que sirviese para la combustión.
Dirigentes sindicales, como Atilio López, René Salamanca, Agustín Tosco y Raimundo Ongaro entre otros, militantes de base, delegados y estudiantes todos confluyeron en la rotunda negativa de seguir soportando la injusticia. El 29 de mayo de 1969, comenzó a cocinarse otra historia. La historia de los de abajo, de ese subsuelo sublevado de la patria que quería demostrar que existía otro camino por andar.
Años de luchas, de traiciones. Años de hierro en donde todo estaba proscipto. Todo perseguido y sospechado. Donde militares y curas, empresarios y torturadores se dedicaron a saquear esa memoria popular y colectiva. A entregar el país o mejor dicho a seguir  entregándolo a mansalva a los poderes orgánicos que dirigían el mundo. Para estos guerreros de sacristía nosotros, como país, éramos occidentales y cristianos. Éramos el último bastión del orden de los cementerios.
Eran años en blanco y negro.
En algún momento de esos tiempos, comenzó la organización. Se sabía que el enemigo nunca entregaría alegremente su poder. Había que conquistarlo. Había que luchar para que la política volviese a ser patrimonio de todos y no de unos pocos alcahuetes elegidos entre ellos.
Hoy, casi medio siglo después podemos definir los trazos gruesos de esta historia. Algunos podrán verificar la derrota del movimiento obrero, otros la tragedia del campo popular. Habrá quienes arremetan contra esas hordas salvajes que se adueñaron de una de las ciudades más importantes del país durante varios días. Otros recordarán a esos dirigente sindicales, que a la cabeza de sus sindicatos salieron a enfrentar a la policía y al ejército de ocupación. Piedras contra balas. Muchos, tal vez los más a lo mejor ya han olvidado esos días de gloria, en donde se derrotó una de las ideas más férreas de los dueños de este país.
Esa idea, que decía que los habitantes de este país insensato, eran mansos como ovejas. Ese país, del cual intentaban borrar todo el pasado, para que nadie se les opusiese.
Ya olía a chamusquina.
Los estudiantes, el elemento más dinámico de la sociedad, se había rebelado contra el mandato familiar. Poco tiempo antes habían, en Bolivia asesinado a Ernesto Guevara. Poco tiempo antes las fuerzas de la moral y el orden, habían ingresado a los claustros universitarios y a golpes la habían puesto en "orden".
Años antes, durante la década anterior habían bombardeado una plaza, después habían fusilado y torturado a decenas de activistas poíticos.
Eso, esa parte de la historia, no querían perder los dueños de vidas y haciendas de este país.
Mandaron a la policía al centro de la ciudad para reconquistarla, para volver al orden. No sabían.
Enfrente trabajadores, estudiantes y vecinos, se hicieron fuertes y pelearon por una idea. Esa idea de no tener miedo. De enfrentarse decididamente a los opresores. De hacer pie para resistir ante tanta impunidad, tanto decreto y tanto dictador entrenado en los Estados Unidos.
Las fuerzas del orden al quedarse sin municiones, pidió ayuda a los soldados decididos siempre en enfrentarse a personas desarmadas, no dudaron y allí fueron paracaidistas avezados a reprimir, a completar la lista de asesinados que ya tenía en su haber policías y sus secuaces.
Digo.
Recuerdo la emoción. Recuerdo la bronca y las ganas de torcerle la mano a tanto salvajismo bendecido por curias y sus beatas. Recuerdo el paso inicial de la organización de la resistencia. Sabía, sabíamos que después de estos combates por la libertad nada sería igual. El poder, ellos y el resto, sabíamos que se conquista, no se pide ni se entrega.
El plan económico, apuntaba directamente a la clase trabajadora. El viraje a una etapa de cierre de industrias era la promesa, que militares y civiles le había hecho al Fondo Monetario. La precarización de trabajos, de planes de salud o de educación, eran los principales diques a derribar.
También la politización d ela clase trabajadora, era algo que debía erradicarse y máxime, cuando el tirano depuesto, seguía vivo y dando órdenes desde la lejana Madrid.
Vuelvo.
Fueron días de mutaciones profundas. Nada, después de este levantamiento popular volvió a ser lo mismo. Esa misma última noche, la política tomó otro camino. Todos de alguna forma supimos que los vientos habrían de traer años de fuegos.Pero también sentimos en nuestro propio cuerpo, el loco sabor de la rebelión, en donde todos pretendíamos un mundo mejor, un país más justo y la certeza de comenzar a cambiar algo.
El Cordobazo fue una de las gestas colectivas más significativas de esta parte del continente. Fue la rebelión de un pueblo que quería cambiar la historia. Fue la respuesta en las calles al saqueo y la cobardía, pero fue una decisión política, arraigada y profunda de oponerse a la política de los dictadores, sus lacayos y sus secuaces.
Fue un ejemplo de lucha y de toma de conciencia, como nunca se ha visto. Una historia que siempre merecerá ser contada a los hijos de nuestros hijos, para que sepan que en algún momento, los hombres siempre suelen ponerse de pie y comenzar a andar.


Postales porteñas

El cielo se puso gris desde hace más de una semana. Comienza el amor porteño. Ese amor sentimental, que dura lo que un otoño. A veces, uno, yo me pongo críptico como dicen algunos por el camino, es más que nada para disimular.
No aclares que oscurece, me dice sobre el hombro esa oscura conciencia que me galopa casi desbocada como un caballo alazán.
Vuelvo a la ciudad. Los verdes están dando paso a los marrones. La ciudad se desnuda y se descubre como lo que a veces, es, una bella ciudad, ingrata como pocas y redentora también como pocas. La recorro de ariba a abajo, me detengo en los sabores y en los olores de esta ciudad construída por olvidados. Camino y las hojas caídas son parte de este cuadro que por visto y recordado, siempre logra emocionarme, se mezclan entonces las sensaciones, que martillan recuerdos, nuevos tiempos y otras sensaciones, que se acumulan dentro de uno. De a poco voy dejando de ser visitante, extranjero. De a poco se me aporteña el alma y comienzan a descolgarse motivos por los cuales, uno suele irse y también suele volver. De a poco, el pulso de la ciudad se deja tomar. Nos apretujamos en colectivos, "bondis", autobuses. Pedimos permiso y nos preparamos para la travesía urbana. El viaje se sabe, desfila ante la ventanilla y uno se deja mecer con ese movimiento.
Es tango, aunque le pongan otros ritmos, otras música. Esta ciudad es tango desde que amanece y más cuando se hace la noche. Las esquinas, los empedrados, los hombres y mujeres. Todo forma parte de esa escenografía, que cuando se nubla se pone a silbar un tango. Ese sentimiento que se baila.
Digo.
El mismo jerarca que nos daba indicaciones sobre como llevar adelante la economía de este país, es el que acaba de fundir un banco español. Seguramente, mañana el rey o el que mande ahora por esas tierritas, lo habrá de nombrar ministro, mariscal o conde. Nos orinan y dicen que llueve.
Se termina mayo y por aquí, los de siempre empiezan a querer que nos vuelvan a orinar. Quieren dólares, que alguien se oponga, que no le suban los impuestos a los dueños de la tierra, que se vayan estos y que vuelvan aquellos.
Pienso en esta ciudad casi no hay tiempo para pensar. Abundan los traidores, los desmemoriados y otras especies. Se relajan pensando que esta señora no podrá repetir mandato, se esperanzan y mientras tanto, agudos periodistas a sueldo de monopolios, como fue casi siempre, auguran tempestades, tormentas, sapos y culebras. Se vendrán todos los males en pocas semanas.
Ahora que el argentinito, especulador, de derechas, enano fascista, no puede siquiera comprar dólares para irse de paseo, para comprarse un pisito nuevo, para soportar cuando se venga la marabunta hambrienta y desorejada. Ese tipito que echa vidrio molido en la basura para que los que buscan en ella, se mueran. Esa minita que arruga la nariz ante tanto pobre, gente de color y sus incontables hijitos a rastras, la tontita de barrio cerrado y con custodia policial, que espera que se mueran esos feos y sucios que pasan por el otro lado de la alambrada.
Esos son los que quieren que sigan matando a los pibes. Que vuelvan los almidonados que en definitiva son "gentes" como ellos y que cada vez, que estos, te orinan, sonriendo te dicen que es solamente lluvia.
 Mientras tanto, la ciudad sigue con sus nubes, con sus lloviznas, una neblina que oculta el pito argentino del obelisco, lo disfumina algo. Se ocultan los rostros de una ciudad que perdura a pesar de todos nosotros. Brinda sus matices y mientras y como no quiere la cosa, nosotros, sus habitantes seguimos en esta osadía de vivir durante el año, que los mayas describieron como el fin de un ciclo. Cosas que la rutina diaria nos hace olvidar. De paso, uno camina, saluda a los primeros conocidos del barrio, se ajusta el abrigo, porque el frío se viene.
La ciudad se viste de noche, es jueves y los sentidos comienzan a alterarse. Ya se sabe, los fines de semana está casi todo permitido. Perder el tiempo, ser infieles, dormir hasta tarde, desear ser otro por un momento y soñar con la lotería, qué si no la jugamos nunca la tendremos, pero soñar está bien por otra parte. Por lo menos y por un instante uno deja de ser uno y eso, es de veras lo más excitante.
Digo.
A las críticas sobre ser críptico, respondo. A veces lo soy, pero más por timidez que por soberbia. Acepto las críticas, porque aprendo de ellas. Las agradezco y las espero. Por eso es bueno esto de escribir y que a uno lo lean y que no estén de acuerdo. Lo importante es que antes de que nos coman la memoria, podamos repartirla entre todos. Apretujados en este baile en donde el amor es como el hambre.
Oscurece y quiero escribir sobre otras cuestiones.
Pero me dejo desear y pongo música.
Suena un músico notable Richard Bona. Su disco "Makes You Sweat" del 2008, es un disco impresionante grabado en vivo.
Este bajista de Camerún, multinstrumentista, es una especie de virtuoso, todo lo que toca se convierte en una pequeña obra de arte. Un placer que se desprende de su música, de esa busqueda perfecta de nuevos horizontes. La sonoridad de su voz, transporta y seduce.
Un disco impecable, mezclas de sonidos de su tierra natal, con la vanguardia musical de occidente. Una mezcla que produce uno profundo placer. De seguir escuchando a Bona y de comenzar a oír toda su producción musical. Disco imperdible, con ritmos que se nos meten en el cuerpo y nos dibujan una sonrisa. Placer puro de este trabajo grabado en vivo y en donde uno imagina la vitalidad generada desde el escenario hacia aquellos que estuvieron presentes durante esa jornada. Un momento de salud, de saludable intención de moverse al ritmo de este músico, que desde las sombras ha ido construyéndose un nombre en la escena musical.
Vale la pena entonces dejarse llevar por Bona a donde Bona disponga, el talento no tiene fronteras y carece de máscaras. Es puro ritmo, pura búsqueda de nuevos sonidos, de nuevas fronteras por alcanzar. Un  disco notable que le agrega un poco de calor a esta ciudad en vísperas del invierno y que bien merece un poco de sonidos más calientes, más cercano a las sangres que portamos y que nos hacen reconocer las buenas cuestiones cundo estas se presentan ante nosotros.
Entonces música de la buena para calentar un jueves por la noche, en donde entre otras cuestiones he tratado y espero haberlo conseguido, no he sido para nada críptico. Más bien abierto y tratando de ser claro lo más posible. Sin ocultamientos ni ejercicios intelectuales dispersos.
Valga entonces estos momentos en donde Bona "Te Dikalo", para arremeter con una canción bien al estilo Santana, pero es Bona el que canta "Kivu/Suninga" que me bailan en torno a mí en esta noche incipiente y por momentos frágil.
A veces bien vale la pena, contagiarse y dejarse llevar. Desear y sentir ese deseo como eriza la pìel y permitir que la sangre fluya alocada por unos segundos. En definitiva, dejarse querer por esta vida, que nos acompaña y que por momentos tiene mucha luz a pesar de las cosas en contra que casi siempre se nos vienen a galope tendido.
Buenos Aires, bien se sabe es cosa de locuras y otros ardores. Es cuestión, siempre en estos parajes de saber dejarse llevar.
Total todo siempre tiene vuelto.

viernes, 25 de mayo de 2012

La ciudad de lo opuesto

La ciudad, desde hace días está gris. Llueve intermitentemente, los recorridos se hacen tratando de recordar el color, que no hace mucho marcaba el lenguaje corporal de los habitantes de esta locura que llaman Buenos Aires.
Caminar y mirar para arriba es un descubrimiento que uno agradece. Cada uno, pone lo que quiere en sus techos, sus terrazas o azoteas. Una jirafa asoma por un balcón. Me detengo y que quedo quieto, a lo mejor es un sueño y en el, yo estoy dentro de una escenografía y de un momento a otro, harán su aparición los primeros artistas, aquellos que tienen letra para decir. Yo, yo solo soy un extra, demasiado enamorado del decorado que aparecerá indefectiblemente en el fondo de la película.
Sigo mirando, la locura que subyace en esta imagen. Cada uno hace de lo suyo lo que realmente quiere, lo que desea y lo que le termina saliendo de sus intenciones.
Pienso.
Ahora que le han cortado los dólares, el argentinito medio acaba de entrar en el periódo de abstinencia forzada. Especulan, hacen cuentas. Enloquecen mis paisanos con este síndrome que afecta a muchos patriotas argentinos. Se quedan sin la valiosa y hermosa moneda gringa. Cómo vamos a ahorrar dicen con los ojos inyectados, desencajados y sudorosos. Se asustan y desesperados claman en torno a una mesa, sobre esta dictadura malsana. Otros, en cambio prefieren el término tiranía, es más de gente educada. Todos, estos definine la plaga que nos azota. Se arremolinan en torno de este sufrimiento pertinaz que aqueja a la nación. Se viene la debacle, la hecatombe, el infierno tan temido. Sacan cuentas con lápices gastados y quieren el retorno de aquellos brujos, que, con sus modernidades afables, les supieron prometer el ingreso a ese mundo civilizado, que como se sabía desde siempre, estaba lejos, distante y extranjero.
Pienso.
Todo lo que sale de nosotros es una manera de comunicarse, es la forma que tenemos de dar a conocer nuestros fluídos, nuestros deseos de ser traducidos por el otro. Nuestra vida, es en cierta forma, un paso para construirnos un pasado resonante. A lo mejor, por eso los niños saben del poder destructivo del silencio. Algo que vamos olvidando a lo largo de estos rastros que seguimos y que algunos optimistas llaman o denominan crecimiento, madurez.
Es aquí, en esta ciudad en donde, y vuelvo a un tema ya pensando, todo significa lo opuesto.
Por aquí una mujer a quien le gustan los hombres es una mujerzuela, en cambio a un hombre que le gustan las mujeres es todo un hombre. Aquel que dice la verdad, es un loco, el que miente es un rico tipo. El valiente es un psicópata y un cobarde,es solo un mesurado. Un estafador un vivillo y un trabajador un bruto. Un mujer es histérica por historia, en cambio el tío es solo un indeciso.
Un amigo, una vez en un café lejano, me hablaba del bucle. Ese rasgo tan peculiar y tan argentino. Ese dar vueltas y más vueltas. Ser vueltero, abrumador de palabras, estibador de ideas, que amontonadas son el equipaje nuestro. Ese que llevamos a cuestas y en el cual creemos, como un verdadero credo.
Entonces hablamos todos, todo el tiempo en esta especie de babel inquietante, viva y que queda en el cono sur de todo. Porque somos la sombra de las palabras del otro.
Repetimos y creamos la inquietud en torno nuestro, porque la repetición suele poner en duda la idea de la causalidad y la corriente letal del tiempo.
Así perdiendo la memoria, le solemos hacer el caldo gordo a los que siempre criticamos. No vaya a darse vuelta la taba. Por las dudas, decimos y esquivando, casi no decimos. Pero decimos igual. Porque el lenguaje no es el vehículo del pensamiento sino simplemente el que medio que lo determina y por ende lo condiciona.
Nos venden la musiquita para hacernos bailar con ella. Abrazamos lo dicho por los poderosos y creemos que es nuestro. Nos asustan los pobres y harapientos. Nos hacen creer lo que quieren que creamos. Nos sujetan el freno en la boca y nos dejan boqueando cada vez, que se nos bajan del lomo.
Y nosotros para cifrar la amargura, le cambiamos el envión a la palabra, que diga una cosa, pero que signifique otra, para que no nos entiendan cuando decimos.
Hago un punto.
Camino por una ciudad. Me encuentro con personas. Me abrazo y dejo que me abracen. De a poco voy reconociendo pautas. Me asombran las lluvias torrenciales o largas. Me abruma el ruido de la ciudad, el ritmo desbocado. Las ganas y las voces.

Sigo entonces buscando pistas entonces de este andar desosegado que me lleva a esquinas que en su fantástica seriedad, erige personajes asomados a los costados. Vigilan el andar de los otros, de los que se aventuran en medio del gris. Ahí, solo ahí radica el sortilegio de una hallazgo, que muchos hallazgos reproduce esa capacidad, casi infantil del asombro. Es una ciudad que invita a levantar la vista, a mirar hacia arriba y presenciar las osadías de aquellos, que se definen a si mismos como cualquier cosa, menos pasivos e indolentes. Se trata de darle un lugar seguro al placer, de volver a nombrarlo, de tenerlo cerca y por sobre todas las cuestiones de sentir placer con el placer. De no escamotearlo. Dejarlo libre y definir, así y de paso, que ese placer es solamente deseo. Tenerle miedo al deseo, es la mejor de las crueldades que inventaron los mismos agónicos de siempre.
A lo mejor se trata de eso. Esta ciudad tiene diferentes pasadizos secretos y no tan secretos, para desarrollar el deseo, para vivirlo y hacerlo vivir. A lo mejor se trata de eso. De ese idioma secreto que hablan por aquí, hombres y mujeres, para definir lo mismo, que otros no dicen. Así, los encuentros con ese deseo, surgen desde esa idea de jugar a vida o muerte, esa misma vida. Nada de jubilarse, sino seguir insistiendo con esto de saber que se vive mientras se vive.
Entonces se cruzan de piernas los sobreentendidos. Se descruzan de piernas las sensaciones y uno vuelve a percibir, rastros de sensaciones, que surcan el cuerpo de esta memoria.
Entonces me quedo con ese cuerpo que me sigue desde hace mucho, sumo voces nuevas a este andar y me dejo contagiar de ese vaivén tremendo que me lleva y me trae. Es una ciudad más, no es la única, solamente es el paisaje que nos hace.
Digo.
Se vienen, pareciera, tiempos bravos. No es novedad. Es la sensación que duerme en mi cama estas noches que van pasando. El viaje lento hacia la política, lleva a lo mejor parte de esta traducción. Porque la historia no la hacen solo los que creen hacerla sino también los que atinan a contarla. Por eso, ahí en ese trabajo la voz que siempre resuena más alta, es la voz del perseguido y por aquí de esas cosas sabemos un trecho largo. Se vendrá la confrontación de dos modelos de acumulación económica. Dos visiones que habrán de subordinarse a la larga a la decisión de seguir avanzando un proyecto, que por el momento engloba a los que están de a pie y al costado del camino.
Me dejo llevar por este cielo sin fisuras, que encapotado permanece sujeto al techo de esta ciudad. Me canso. Pongo música y dejo que todo se encamine de nuevo. Subo el volúmen y se inunda mi pisito barrial de sonidos saludables, Capaces de hacerme pensar. Me quedo quieto. Fumo y el humo le pelea a la poca luz el territorio necesario y se dibuja en la pared.
Dejo entonces que este músico inteligente me desnude despacito. Con Avishai Cohen me pasan, me ocurren cosas extrañas. Un día descubrí en uno de sus discos una versión de "Alfonsina y el mar" y comenzó a gustarme. Antes me parecía, desconocimiento de mi parte, soberbia que le dicen, un músico que no me parecía nada. Después de ese descubrimiento, volví a escucharlo y me deslumbró. Me deslumbrá que me obliguen a pensar. Que me saquen de esa petulancia casi administrativa que a veces empleamos por puro miedo, rutina de la pereza, rasgos del viejo Oblómov. Entonces y con ganas, acabo de escuchar sin respirar casi "Duende" último disco de este notable músico. Contrabajista, músico integral. Aquí en este disco acompañado por el pianista Nitai Hershkovits. Dúo entonces de piano y contrabajo. Despojado, puro y deslumbrante. Jazz o simplemente música, para compartir un espacio, un abrazo o sencillamente ese silencio que no mata, sino que permite dejar que esta música se meta entre tanto pliegue de nada que nos rodea. Así uno no puede dejar de alegrarse que haya sorpresas a cada paso. Pequeños descubrimientos de talento potente y que permite esa felicidad hecha sonidos. "Duende" es un muy buen disco, casi obligartorio para aquellos que quieran seguir haciendo inventario de aquellas pequeñas cosas que atesoramos, como piezas únicas de un colosal poema escrito desde hace siglos por los seres humanos, para tratar de estar mejor, un poco mejor que ayer, cuando por ejemplo, este trabajo no había llegado a mí, en este caso y al resto, que sin lugar a dudas lo estaban esperando.
Así.
Dejando atrás preguntas y queriendo respuestas, vamos armando esta vida. Este sentimiento también es Buenos Aires. Se pega al cuerpo. Nos sumerge, retarda todo lo necesario y seguimos viviendo. De a poco, voy percibiendo en la palma de mi lengua los sabores profundos de una vida que como en un juego, vuelve a su punto de partida.
Mientras tanto aventuro reencuentros, descarto otros. Busco y se que por algunas memorias soy también buscado. Me alejo y me acerco. Me dejo mecer y de a poco, la sonrisa me recorre el cuerpo. A lo mejor se trata de esto, solamente de esto.
Enciendo un nuevo cigarrillo, alguna vez tendré que dejar de fumar. Recorro y recurro a mi blog preferido, que un amigo querido lleva adelante allá en la lejana Moscú. Releo viejos libros, escucho música y dejo que pasen estos días, como una especie de regalo agradecido.
Mientras tanto Buenos Aires se prepara para un fin de semana largo. Poca gente o eso creo o eso espero mejor dicho. Cielo gris, las primeras bufandas y las primeras gripes. Los árboles se despojan y vendrán los fríos que subirán tenaces desde el sur para adornar este invierno prometido.

martes, 15 de mayo de 2012

El rincón del viento

Con la noticia de la muerte del escritor Carlos Fuentes ocurrida hoy en su México entrañable, me ocurrió que me había olvidado por completo de él. Lo había borrado o mejor dicho lo presentía vivo, permanente. No se me ocurrió la idea de su muerte, porque Fuentes estaba siempre. Días atrás había pasado por Buenos Aires a la Feria del Libro.
Había dejado de leerlo. Lo había abandonado desde finales de los años noventa del siglo pasado. No estaba enojado con él ni siquiera me había aburrido su literatura. Nos habíamos dejado.
Hace unos años leí "Adán en Edén" y me pareció liviana, bien escrito, casi previsible, pero no llegó a interesarme. Había en este libro excelencia, manejo y destreza. Como en toda su obra, como siempre.
Pero no era el mismo Carlos Fuentes.
Es decir, hoy que conozco la noticia de su muerte, comprendo que demasiadas veces uno es un idiota orgulloso, pretencioso y engrupido. Insolente, soberbio y un rosario más de razones, que muchas veces nos somenten en nuestros juicios, ligeros, ociosos y a mano armada.
Fuentes fue tal vez uno de los más notables y talentosos escritores de esta tierra que habla español. El primer libro que leí fue "La región más transparente" especie de inventario disparatado de la sociedad de su país, renovador de las letras de su país y para muchos el paso inicial de una colosal aventura latinoamericana, me deslumbró de forma rotunda. A partir de allí, desde ese lugar, su literatura tuvo un peso para mí fundamental. Lo reencontré años más tarde en "La muerte de Artemio Cruz", la vida de ese viejo y traidor revolucionario, un amante sin amor, un padre sin familia, viviendo sus últimos momentos y la conmoción inicial, dió paso a un arrebato por mi parte. Eran otros tiempos. Las ediciones tardaban en llegar y se mezclaban escritores surgidos de un continente convulso. Si bien para algunos la teoría del llamado "Boom" era una tontería sin más, yo la viví con una expectación que crecía por momentos.
Escritores cubanos, colombianos, peruanos, chilenos, argentinos, uruguayos comenzaron a poner el registro de esta tierra en otras tierras. Algo que sirvió para tratar de entender un poco más, de hacernos acaso un poco mejores, un poco más tenaces a la hora de entender los límites justos de estas vidas en esta tierra casi delirante.
Digo.
Después le perdí la pista por razones de fuerza mayor. Supe de él, por algunas pocas reseñas en los diarios o revistas que circulaban por aquellos de sombras. A mediados de los años '80, alguien me regaló "Gringo Viejo". Una ficción sobre otro notable y asombroso escritor. Ambrose Bierce, periodista, misántropo y audaz, que decidió poner fin a sus días, perdiéndose en el Méxco de la revolución. Nunca más se supo de él. Fuentes desde la ficción nos devuelve a la imagen de este gringo. Por esos años un director de cine argentino asesinó esta novela creyendo y haciendónos creer que era una obra maestra.
Ahí, en ese reencuentro nacieron, para mí, los mejores momentos de su literatura para conmigo. Vinieron después una seguidilla de libros de este autor, que me convirtieron en una especie de adicto. "El naranjo o los círculos del tiempo"; la sublime "Diana o la cazadora solitaria" hasta desembocar en una de las mejores novelas de este conitnente que sin lugar a dudas, hizo de Carlos Fuentes una especie de cumbre de la literatura en español.
Pienso.
Laura Díaz es de alguna forma, el tipo de mujer, de protagonista que persiste más allá del paso del tiempo. Ella es la imagen de mujer, que Fuentes genera a través de una historia con diferentes voces. Un coro rastreando la historia contada por dos viejitas. Es que los escritores desconocidos, suelen ser siempre los abuelos. Los primeros en llevar la narración a cuestas. Los que ejercen y son depositarios de la invisible línea de historias, que sus nietos habrán de conitnuar. "Los años con Laura Díaz" es el gran cierre de algo iniciado, tal vez, por García Márquez y sus "Cien años de soledad".
Pero vuelvo a Laura Díaz. Su historia es la historia del amor. Del arrebato de vivir, de la locura saboreada a fuerza de pasión. Es la heronía de este contienente, en ella, están todas las mujeres o tal vez, una sola. Ella lo sabe, por eso recorre estos momentos. Planea dando sombras sobre la memoria de Carlos Fuentes.
Ahí me quedo. En esta novela, tersa y contundente. La parte mujer de la historia de un país edificado sobre el macho y a partir de ese macho. Laura una mujer que desde ese mismo valor, van confundiéndose con una historia cruzada de cicatrices. Carlos Fuentes, así, de improviso descargó un personaje, que es insoslayable. A veces, mientras leía este libro allá por los finales de siglo, presentía que esta mujer estaba al lado mío. Que se cruzaba conmigo por las calles. Que fumaba a mi costado o bebía en la mesa de al lado de algún bar fronterizo. Que su respiración cruzaba toda la historia y detenía el tiempo de manera rotunda. Que ella caminaba y las ruinas aztecas cobraban vida o que Buenos Aires era invandida por bandadas de golondrinas interminables cada vez que reía. Los años, me parece que lo han convertido en uno de los pocos libros obligatorios que deberían existir en colegios, conventos, almacenes, prostíbulos, farmacias, mercados. Es el mejor libro para que lo lean los enemigos de siempre y aprendan, que el talento siempre viene de un solo lado. Para los que engañan o van a ser engañados por sus respectivos amores. De lectura obligatorio para los castos y las vírgenes. Libro que alguien me regaló y que nunca terminé de agradecer del todo y con todas las palabras.
Carlos Fuentes, para ello, elige a una mujer, hija de inmigrantes para que decodifique la historia, para que sea la fundadora de una dinastía que a lo largo de casi quinientas páginas nos permite, a nosotros, a mí asomarme a un mundo secreto de una mujer, de su historia y de sus amores y fracasos.
Pienso.
No me gustan. Nunca me gustaron las necrológicas. Un género elaborado por el periodismo. Un artículo que se escribe muchos antes de que ocurra la muerte y se guarda en un cajón. Cuando el finado se anuncia, la sacan de ese cajón y la pulen para publicarla a tiempo. El necrólogo o necrologista o el periodista en cuestión, cuando le toque, sabe que no tendrá en el mejor de los casos su propia negrológica a no ser que sea muy bueno en lo suyo, motivo por el cual, si tendrá la suya propia.
Sigo.
No me gusta entonces construir sobre el final. Prefiero quedarme con las palabras, los gestos de alguien que contribuyó a crear un mundo mejor. Desde la creación, acercándonos historias, mejorándonos la vida y dejándonos algo de el en este camino.
Me quedo con Laura Díaz. Aunque ella sea una ficción, un sueño o una tormenta. Me quedo con ella, con lo que siempre representó para mí. Ahora que estamos más viejos, más sabios y más curtidos, los dos, sabemos que su historia es casi inmortal. Por eso sería conveniente, que muchos se atrevan y recorran con su respiración y con su cuerpo, esta bella y notable novela de un escritor que acaba de morir y que fue uno de los grandes renovadores de la literatura de este contienente maravilloso y vivo.

La noche cargada de silencios

Lunes. Es de noche y como casi siempre sule ocurrir, una noticia me descubre un nombre que había olvidado hace tiempo y que sin embargo, durante muchos, pero muchos años de mi vida me siguió por esa misma vida con sus palabras, con su actitud y con ese desenfreno por vivir que lo hizo imborrable para mí. A veces la vida es una especie de disparate rebelde.
Mario Trejo, además de uno de los mejores poetas que dió este país, fue un tipo que invitó siempre a a la vida.
He perdido, abandonado todos sus libros en las múltiples diásporas emprendidas por mi a lo largo de muchas décadas. Libros manoseados, ajados, gastados que me impulsaban a escribir, a leer. Mi biblioteca de poetas nacionales la conformaban Juan Gelman, Joaquín Gianuzzi, César Fernández Moreno Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Robertzo Juarroz, Juan L. Ortíz y él. A algunos los fuí abandonando por el camino, vinieron otros en su reemplazo, pero algunos sobrevivieron incluso a los fuegos. Como un mar la palabra de Mario se me pegó al costado del amor, a la noche de los abrazos y los vinos templados, que nos, que me templaron y conmovieron mi sangre en oleadas que crecieron. Así de a poco, la vida me trajo otras urgencias y otras despedidas.
Había nacido un 13 de enero de de 1926 y se murió un domingo 13 de este mes. Un domingo 13 para certificar esa broma malsana que desde su punto de vista, hubiese sido una buena broma, un clásico en su manera de decir con esa forma suya que tenía para despreciar la casualidad y esa fama que siempre se suele pegar a esta forma de elogio a mansalva que es tan habitual.


LABIOS LIBRES


Al cabo de las tierras y los días
de horarios y partidas y llegadas
y aeropuertos comidos por la niebla
enfermo de países y kilómetros
y rápidos hoteles compartidos

Luego de esperas
prisas
y rostros y paisajes diferentes
y seres encandilados por el olvido
o abiertamente besados por la vida

Después de aquella amada
y esa otra apenas entrevista
mujeres cogidas por mi soledad
y ahogadas por las bellas catástrofes

Luego de la violencia y el deseo
de comenzarlo todo nuevamente
y los errores
y los malentendidos cotidianos
y los hábitos torrenciales del trópico
y noches acariciadas por el alcohol
y tabaco fumado con tanta incertidumbre

Al cabo de un nombre que no me atrevo a decir
y de alguien que yo llamaba Irene
de cierta voz
cierta manera de clavar los ojos
al cabo de mi fe en el entendimiento de los hombres
y en el corazón de ciudades y pueblos
que nunca sabrán de mí

Luego de tanta tentativa de huirme o enfrentarme
y comprender que estoy solo
pero no estoy solo
al cabo de amores corroídos
y límites violados
y de la certidumbre de que toda la vida
no es más que los escombros
de otra que debió haber sido

Al cabo del hachazo irreparable del tiempo
sólo puedo blandir estas palabras
esta obstinación de años y distancias
que se llama poesía

A veces solía encontrarme con él, en un bar en una avenida llamada Las Heras y que queda en el corazón de ese poder rancio y sin clase que siempre tienen las clases pudientes de cualquier sitio. Porque se sabe, que la oligarquía es además la dueña del mal gusto y la idiotez. Allí en ese bar, al filo de la madrugada, cuando el echaba de su mesa, amantes, poetas sufrientes, adolescentes de luto en los párpados y el cuerpo, periodistas díscolos y borrachines a perpetuidad, recibía al resto de sonánbulos. El cielo comenzaba a empalidecer y él recitaba sus poemas o geográficamente buscaba las simetrías de otros poetas.
Irreverente. Enojado. Mordaz esperaba con sus pocos testigos el nuevo día para irse a dormir. Todavía y por aquellos años no se había desatado la tormenta. Solamente se vislumbraban urgencias. La vida todavía parecía eterna, contenida en la mesa de ese bar, bajo las luces pálidas, sobre la madera serena de las mesas. En los ceniceros rebosantes, en la caspa de las cenizas, en la maraña de humos.
Ahí estaba él. Estaban sus poemas y estaba esa actitud rebelde que lo habitaba. Sujetaba con su palabra y desbocaba con su furia.
Trejo es uno de los pocos poetas, que vivió bajo esa idea elaborada por los críticos de siempre. Vivía como poeta. Era un poeta. Todo en él, se sumaba a esa idea cinematográfica que teníamos, que tenía, de los poetas. Infantil y arrogante, creí que así se era poeta.
La ilusión de leerlo. De ser testigos de una pequeña porción de su vida. Aunque no recordase nuestros nombres, nuestras palabras. Fuímos, fuí, público sentado en torno a una mesa, en un cafetín decadente, de una esquina porteña.
Siempre tengo el presentimiento. Mejor dicho, la sensación, que aquellos años eran en blanco y negro.
Pienso.
Cuando los años nos fueron tapando como mantas, fuí dejando de lado algunas cosas por otras cuestiones. Sin embargo y como a casi todos nos suele ocurrir, fuí modificando gustos, ideas, apreciaciones. Lo que se dice, madurez. Cosas leídas y amadas en aquellas épocas, hoy me suenan fragiles, inexpresivas. Ideas perseguidas en aquellos años, hoy me parecen infantiles, ilusas. Sin embargo en ese lodo que descansa en el fondo, algunas cosas siguen intactas. Fuertes y casi eternas. 
Creer en un mundo mejor. En la belleza exácta de ese segundo, el la fulgurante secuencia de la explosión de cuando el amor explota dentro de ese amor. En algunos sueños. En la música que creció conmigo. El gesto definitivo. En la vida misma.
Con Mario Trejo me ocurre que vuelvo a él, en este instante en donde su muerte. Ese vacío llano, me lo acerca. Vuelvo a leer y a sentir su ritmo. A presentir la respiración de un poeta con el que presencié, durante un solo segundo, las sombras de un torrente que nos, que me sacudía. Que, hoy años más tarde vuelve a emocionarme, con otras urgencias, en otras vastedades.

LOS CAMPEONES DE LA NOCHE


Ninguna ley tengo para ofrecer
ninguna profecía
salvo la muerte y las revoluciones victoriosas

Dejemos entonces al guerrero en paz
y a los hermanos rotos en medio del camino
Pasemos al sacrificio
La ceremonia está servida:
abrazos celebrados detrás de la ciudad
besos en andenes movedizos
mudas consignas en salas de espera
y a veces ni un guiño
nada para despistar
nada para sobreentender
sólo los ojos lacios como en mesa de póker

Ya no podremos ser los elegidos por el sol
los cachorros feroces que asombrarían al mundo
Apenas sí hemos nacido sin querer
viejos desconocidos a quienes llamo mis amigos
perdidos en el trasbordo y sin saber qué tren tomar!

Pero mis compatriotas juegan a dormir y a olvidarse de todo
borrachos que invocan a Dios como a una deuda de juego
soldados que hacen patria en los umbrales
pálidos maricas dispuestos a fingir hasta el alba
parejas para las que ha terminado sin gloria
esta noche en la que tanto creyeron
y también el húmedo insomne
que mueve sus ojos desde el hospital
acechando el ruido de los libres
aullando por la droga que le traerá el olvido
el negro paraíso que es dormir una noche

Y aquí
en el centro de la ciudad
las tiernas actrices leen su nombre en el diario
y los tenebrosos también quieren saber qué pasa en el mundo
mientras los coches llevan solitarias parejas
y todos tanteamos una cama y un nuevo sueño
y la mañana viene trayendo la luz y la paz
pero no para todos
apenas para nosotros
los ganadores
los verdaderos campeones de la noche 

Digo.
Lograr entonces que la palabra viva a cualquier precio. Descubrir la ingrata necedad de saberse a salvo, insepultos como estamos y como estaremos siempre. Percibir el malvado desgarro que es el olvidar lo que se fue, para tratar de ser otro. Callarnos cuando debemos hablar. Olvidar cuando solo debemos recordar. Escribir para nadie, pero escribir para dejar constancia. Ser candidatos enternos a cuanta crucifixión se decrete. No mantener el amor camaleónico pensando en el mañana o en el mausoleo. Ofrecer nuestro cuerpo cuando no queda nada por ofrecer. Ser único con muchos otros a la vez. Pelearle a la resignación. Ir a bares extraños. A veces no dejar de creer y seguir en el intento. Tener memoria. Que los que se rindan lleven su carga como puedan ya que la rendición es siempre una decisión y un paso inapelable a la traición.
La ciudad está casi el silencio miestras escribo. Pongo el último de este cantante, que siempre con el sonido de su voz, se acerca lo suficiente a esa decisión de superar con el cantor tanta derrota y tanto egoísmo. León Gieco y "El Desembarco" es nuevo paso en este encuentro también eterno, que tenemos nosotros con él. Un disco brillante, duro y preciso. Siempre me pasa con Gieco, que todo me suena a siempre. Sin embargo, lo escucho y vuelvo a descubrirlo y vuelve a seducirme. Vuelve a seducirme esa facilidad que siempre tuvo, para llevarme a ese país de la libertad. Esa ficción que suena acompañados por su guitarra y su armónica y en su voz cascada. Un trabajo preciso, en donde la rabia y la poesía, apuntan a un recorrido que desde siempre le dibujó el contorno a este hombre sencillo y audaz. Tal vez este disco lo aceque un poco más al rock que a las canciones de siempre. Sin embargo escuchar "Ella" dedicado a su madre con el que abre el disco, de una sensación equivocada. Porque luego comienzan a bajar sus broncas y sus puntos de vista. Como ya no existe más la canción de protesta o del rótulo que quieran ponerle los enemigos de siempre, León Gieco sigue siendo uno de los pocos referentes de la música popular argentina que sigue apostando por ese crecimiento que es la vida misma. Disco impecablemente grabado. Rotundo y desvastador a fuerza de música y letra. Disco que vale la pena y más esta noche en donde, ya anda faltando uno de los nuestros.
Pienso.
Es de noche. Tal vez el mejor momento. Me quedo con la sensación del alejamiento de un poeta imborrable, provocativo y molesto. Cumplió con su papel y vivió como escribió. Fue conocido y leído por pocos. Nunca fue ni quiso ser referente de nada. Vivió la poesía como debe vivirse. No fue una celebridad ni tuvo cátedras en facultad alguna. Seguramente nunca tendrá una calle con su nombre ni habrá una estatua suya en ninguna plaza o parque. No fue portada de revistas ni apareció en la televisión. Un puñado de amigos, compañeros, lo recuerdan en estos días.
Este corazón sediento que me galopa en el mejor costado de los dos, me lleva a releerlo y encontrarme con Mario Trejo al filo de un lunes hambriento. A celebrarlo y dejar que la sonrisa me surque la cara, por esa secreta felicidad y ese profundo placer de recorrer sus poemas, aunque hoy no tenga ningún libro suyo conmigo. Aunque haya pasado mucho tiempo sin pensar en él, sin saber de él.
Una cosa es cierta, entre tanto silencio a veces es bueno rescatar los sonidos y dejarlos que exploten y dejarnos llevar por esa idea vieja, antigua que es la poesía y que a veces, son algunos poetas que encarnan ese prototipo de carne y hueso, que en algún momento, fue una especie de ideal, de ejemplo a seguir. Por eso entre tanta basura, tanto mal gusto, tanta histeria ensayada, es bueno reencontrarse con un hombre que hizo de la poesía su vida y que hizo de su mundo, un mundo mejor para algunos de nosotros.

domingo, 13 de mayo de 2012

Las nuevas furias


Ahora que me voy habituando de a poco, muy de a poquito a este río interminable de vida que es esta ciudad en el sur del mundo, voy descubriendo rasgos, sentimientos y sensaciones, que tenía olvidados, que en estos años se habían colado en mis lecturas y entre los dichos que me llegaban en correos o conversaciones teléfonicas.
El odio visceral de la clase media, de este sector al que pertenezco y que sigue consolidando en mí, mi opción política, mis intenciones y mis creencias. Un conocido me desliza que esto no es una tiranía, sino una dictadura, otro se reivindica enemigo acérrimo y otra habla del gran robo de dinero que está haciendo este gobierno.
 Un ilustrador carcamán y sofisticado, desde el diario opositor a todo llamado Clarín, ilustró con esta imagen a la presidenta, elegida por mayoría de los argentinos. En Hermenegildo Sabat subyace, el odio de clase y la idea y el deliro de estar en manos del mal posible. Estos representantes se quejan desde las entrañas mismas del gorilismo feudal que los cobija desde siempre. Redundan en la puteada. Se alistan entre los profetas del odio y sin saber que son periféricos creen estar por ser ellos como son, estar en el centro de un pensamiento polar. Se enojan estos enanos de jardín con la supuesta oposición política que no hace lo que deben hacer. Quieren que truene el escarmiento.
No la soportan. No soportan que les hayan cambiado el país y que se  hayan quedado bajo la lluvia y en bolas. Y para colmo de males, el mundo-mercado de los salvadores del mundo, no parece funcionar del todo bien por el momento y ni siquiera parece prestarles demasiada atención en sus insultos e histerias, ya que parece que ellos, tienen otros problemas que enfrentar por el momento. Es decir el poder central, el que dirige ese mundo, que estos aman desesperadamente, se encuentran muy ocupaditos con sus propios y decisivos problemas como para andar escuchando a sus cipayos o gurkas de entrecasa.
Saben que no ganan elecciones, entonces confían en el alcalde mayor de esta ciudadela de clase media, que en un futuro, esperan, no muy lejano los guíe hacia la redención, cuando este tonto no puede ni manejar cuarenta músicos del teatro Colón y que como decía un viejo entrañable, es más fácil pescar un pejerrey en una bañera que encontrar una idea en la cabeza del alcalde, que como político es un muy buen empresario y nada más.
Pienso.
Tanto odio reconcentrado. Tanta furia contra una idea de país. Tanto desprecio extranjero en contra de sus conciudadanos. Se derraman traiciones, desde la prensa canalla y desde sus encadenados esclavos. Se olvida la intención de una democracia, que por ahora abarca a los más necesitados. Se ganan elecciones por la propuesta superadora de un reparto equitativo de las ganancias. Pero del otro lado, siguen siendo funcionales, intelectuales, profesionales y pequeños bucaneros, clases medias mohosas y traidoras a todo lo que tenga que ver con la destrucción de un país, que se recobra de la zozobra y que una década más tarde, modifica cosas, castiga a los culpables del latrocinio y sigue adelante con su proyecto.
Y de nuevo son los jóvenes, los que están en la mira de los asesinos. De nuevo los viejos lobos vuelven a espantarse con las organizaciones populares y con el rol que adquieren los más nuevos, que encuentran en la política, algo que se había perdido después de la matanza organizada por gentes de bien, por militares cobardes y curas perdonadores.
Entonces hablan del enriquecimiento de estas organizaciones. De los millones de dólares que utilizan estos jóvenes en provecho propio y demás tonterías de sacristías.
Digo.
Los miedos burgueses, se fijan en por ejemplo los bienes adquiridos o los bienes adquiridos por los dueños de este país, que por simple milagro, se convierten en los bienes de la clase media, aunque la clase media no vea una moneda de los dueños. Da igual, estos dueños incentivan el deseo de estos, para que estos adquiriendo el discurso dominante como propio, crean en definitiva que les es algo propio. Por eso hay que tener en cuenta que siempre se puede prohibir,  todo aquello que se puede nombrar.
 Por estos días se cumple el primer aniversario de la Puerta del Sol en Madrid. Europa, España tiene miedo. Miles de personas reunidas para oponerse a esa tiranía de los mercados, a esa desolación en nombre de la política que hoy por hoy abandona a millones a su suerte. Que decreta el cese de la vida de millones de personas, que son esquilmados en nombre de una razón de estado, que piensa en unos pocos. España ni siquiera defiende a Repsol por ejemplo, lo hacen claro, sus políticos cómplices de las aventuras bucaneras, sobre todo en sus viejas colonias. Miles de personas, reunidas en una plaza emblemática de ese lejano Madrid, nuevamente dando una lección de oposición a un estado de cosas, que es enemiga de la vida misma. Se muerde la cola el salvajismo y de pronto el ignorante descubre, que el gobierno que los iba a salvar, solo quiere salvar a los bancos y la poca ropa que les va quedando. Así, los indignados cumplieron un año y mantienen a pesar de la prensa y sus arzobispos, la misma dinámica de aprendizaje.
No saldrá la revolución de ellos. Pero les mete el miedo en el cuerpo. Les marca un territorio en el cual los políticos domesticados no saben moverse, tan acostumbrados a la barbarie y en protoeger los bienes de las empresas, los dineros de los millonarios y el derecho de pernada de los liberales, que ya se sabe, son liberales siempre de los bienes de los otros, no de los suyos propios.
Me distraigo.
Aquí, en este terreno, en donde los defensores de la democracia, insisten que estamos en camino no ya de ser Venezuela del comandante Chavez, sino en ser la China del cono sur, con sus socialismo de estado, siguen creyendo en el argumento de los poderosos. Por ejemplo, se desgarran las vestiduras con la defensa a toda costa de la empresa privada. Indican, estos, rapaces de la clase media, que con las empresas privadas se puede crecer económicamente, cuando y he aquí, el discurso dominante como desde la palabra, vuelca en estos pequeños voceros, como propio una mentira. Que dicha y repetida, termina convirtiéndose en una verdad traidora. Es una idea en definitiva que agrupa casi todo el consenso en el imaginario colectivo aunque haya muchos más casos de desmanejos, fraudes y quiebras de compañías privadas. Algo que no se dice, algo que en ningún momento se deja traslucir en el discurso bienpensante de estos aduladores del libre mercado. Así esta prevención encierra el presupuesto que el privado maneja mejor una empresa y que el Estado lo hace necesariamente mal. El engaño funciona a las mil maravillas, si este pensamiento orgánico posee el poder, de los dos grandes periódicos argentinos, el poder de los dueños de la Argentina, el discurso de los intelectuales a sueldo de las multinacionales, el apoyo irrestricto de esa porción grasienta de la pequeña burguesía, que añora París en otoño o bañarse desnudos en Mallorca o ser invitados a Lake Tahoe a beber unos martinis.
La historia la escriben los pueblos.
Digo.
Sin alejarme mucho, la historia siempre es un acto verbal, apenas un uso selectivo de los tiempos pretéritos. Recordarlo todo es condición de la locura. Por eso en estos tiempos de tensión histórica, estas mitologías del pasado verdadero, ocurren a una velocidad casi demencial en donde las perspectivas, diferentes y hasta opuestas perspectivas terminan por confundirse. De allí, que a veces me proponga situar todo tiempo pasado en el sitio de la exclusión. Porque mi memoria, la mía, es selectiva. Porque la historia en definitiva es siempre un instrumento de las clases dominantes.
Recordar es de alguna forma exponerse a la desesperación y el tiempo pasado del verbo ser, no suele dar por sentada otra cosa que la realidad de la muerte.
Así sigo caminando por esta ciudad y descubro pequeños retazos de una especie de civilización en vías de petrificarse. Terrazas, techos con galerías de muñecas y muñecos, que celbran lo macabro tal vez, pero que definen la utilización del espacio en una especie de traducción, que más allá del tiempo, conforman esa civilización, que busca consolidarse en un instante, ese momento que tarda el ojo en traducir, a través de una lente de una cámara, lo visto y sorprendido, por el caminate sorprendido a su vez, por la idea que se desprende de ese techo o terraza que lo acecha un sábado cualquiera al sol, en una ciudad infatigable que construye día a día y desarma noche a noche, los rastros de lo posible. Ignorando o haciendo implacable que el que traduce traiciona una parte esencial de ese sentido. Porque entender, en el fondo es siempre traducir.
El espectro de lo que está permitido y de lo que es tabú, afortunadamente no deja de variar.
Vuelvo.
Así la clase media, pro destituyente siempre, se refleja en un mecanismo visible a simple vista. Las formas de pensamiento son controladas por inexorables leyes de modelo, de las que todo individuo es inconsciente. De ahí que articulamos como propio un discurso, que creemos propio cuando en realidad, periféricos como somos, creemos que somos el centro. Somos objeto de los discursos dominantes y prepotentes, que creemos propios. Nos oponemos a aquello que no responde a nuestro modelo. Que no viene con nosotros, sino que se nos incorpora desde el lenguaje mismo y permanece con nosotros hasta el final.
Así, la herramienta es la lengua. Denostamos y asumimos como propias decisiones, que se toman en otros sitios. Compramos aceite de oliva o jabón o gobiernos o ideas, que nos tienen casi siempre sitiados.
En una palabra, estamos rodeados y son para peor.
Digo.
Es domingo, mi pasión sigue siendo la misma. En este diario o bitácora de a bordo, dejo constancia de los amores que me mueven, de las peleas que se vienen. De los desamores que me cabalgan. De esas memorias de fuego que se mantienen como los mejores fuegos de invierno. De palabras y promesas rotas. De músicas que me cobijan y que me dan palabras, nuevas y viejas, para seguir usando a pesar del enemigo que campea a sus anchas en campo ajeno.
Será hora entonces de volver a estar en la mira de tanto enemigo alocado. De poner el cuerpo otra vez, con los nuevos compañeros. Con aquellos que quieren un mundo mejor y que todavía ni piensan en la jubilación, con aquellos que no tienen medicina privada pero que hoy, solo por hoy son un poco más felices de lo que lo fueron ayer.
Así vamos. Así voy con ganas de volver a abrazar, de retomar el mirar a los ojos mientras el otro nos entrega la secreta esperanza de su ilusión.
Es domingo y suena una chilena que canta como solo algunas mujeres saben hacerlo. Desde ese Chile mineral, se desprenden nuevas canciones, que como las antiguas sirven para la espera.
Evelyn Cornejo, se llama esta mujer que me acompaña este domingo por la tarde. Este disco lleva su nombre. No hace falta más para arribar a un buen momento. Nueva generación de personas que con una guitarra hace templar el corazón del que escucha. Lejos quedan y siempre tan cercanos siguen están las Violeta Parra, los Víctor Jara, hasta Pablo Neruda o el ahora reconocido por España Nicanor Parra, resuenan, remozados en la voz de esta joven mujer de ese país ubicado al otro lado de esa gran pared que siempre han sido Los Andes, y que a pesar de los guerreros de turno, hermanó siempre más que separar como quisieron hacernos creer. Ahí, entonces, de ahí mejor dicho surge esa voz que con sentimientos me llegan en el transcurso de este domingo de mayo que se desmaya ya dando por concluído el descanso. Mientras tanto y apurando las últimas luces, sigo su voz por este disco que sorprende, no por sonidos nuevos o ritmos pretensiosos. Sino por esa recuperación d ela poesía hecha música, música que responde al lugar de origen que pinta como siempre a casi todo el mundo conocido.
Ahí están sus canciones en este disco reflexivo y calmo. Con sus palabras, denunciando a lo mejor el pasado y pretendiendo que el futuro, para nosotros, sea siempre de música y de buenas y necesarias canciones para ser cantandas como corresponde, como nos correponden por derecho propio.
Estas nuevas furias, entonces están ligadas a los dos países que conviven en esta tierra. Como sule ocurrir con todos los países. Dos visiones y dos decisiones opuestas y sin disimular. Dos versiones de la felicidad que tenemos. Es cuestión entonces de elegir, de saber de qué lado es en el que debemos estar y si viene la tormenta, entonces abrir el poncho para cobijar a los de siempre.


















domingo, 6 de mayo de 2012

Lengua, lenguaje, habla

Domingo de fútbol en la cancha de Atlanta. Gritos y música popular que sobrevuela los techos de esta Villa Crespo de árboles frondosos y troncos robustos. Domingo entonces, de sol, de aire o viento tranquilo, la placidez de haber finalizado una semana con las características que vienen teniendo los días por esta ciudad.
Los vecinos se preparan al asado, carne y ensaladas para acompañar este día, voces y risas perdidas entre el murmullo insistente de un primer tiempo futbolero, que según se intuye, parece incierto, por el momento.
Entonces me pongo a pensar y pienso.
La lengua es fascista porque, más que impedir decir, obliga a decir sin que podamos evitarlo. Por eso, a lo mejor esta ciudad es como un gran gabinete, un inmenso laboratorio de la palabra. Confluyen decires, a lo mejor iguales pero que significan lo opuesto. Cada grupo elabora su propio lenguaje. El lunfardo estalla cada dos palabras. Se entiende al otro, al que viene de fuera, pero se le habla en otros términos. Es obvio que hablamos para comunicar, pero también es cierto que lo hacemos para ocultar, para dejar sin decir. Tal vez, porque nuestra habla exterior tiene detrás un flujo convergente de conciencia articulada,  descubrimos que el lenguaje no es ningún vehículo de pensamiento alguno sino el medio que lo condiciona y determina, por eso pensamos y sentimos como impone la lengua. De ahí que cuando leemos desciframos y cuando hablamos solo traducimos. Entonces el lenguaje vendría a ser el tercer mundo situado entre dos concepciones un mundo empírico y las estructuras de nuestras conciencias.
Digo.
Me encuentro en una cudad en donde todo tiene nombre y sobre ese nombre, se nombran infinidad de cosas. El habla se transforma a cada paso, se desprenden constamente diferentes modelos de palabras que se emplean a diario. No un habla secreta e impenetrable, sino algo plástico que permite la penetración a cualquiera, ya que la frecuencia y la designación realizan el trabajo por nosotros. Asimilamos y decodificamos las palabras, que se incorporan a nuestro decir.
Entonces uno se mueve por una ciudad, en donde todo parece formar parte de una fantasía, de una ciudad irreal, en donde nos mezclamos todos, buscando a lo mejor esas respuestas que esperan por nosotros a la vuelta, siempre de la próxima esquina. Así, entre el ajetreo diario, entre la velocidad que imprime en cada uno de nosotros esta ciudad y que nos hace a nosotros socios de ella. Así vamos, desafiando cualquier tipo de querella, buscando los motivos de tanto abandono, de tanta dejadez. Así los habitantes de esta ciudad, van rumiando sus quejas, sus enconos. Los hay de toda ralea. Adictos o contrarios. Los que apoyan y los que rechazan cualqueir tipo de gesto. Los que vaticinan el infierno a corto plazo y los que defienden este espacio creyendo que es el paraíso.
Los que se suman a una nueva corriente política, que inunda toda conversación. Que impregna todo a su paso, no dejando a nadie indiferente. El tema es la discusión.
Dejar claro el punto de vista. Si el gobierno hace mal o deja hacer a otros. Si este gobierno es una tiranía que nos está robando lo robable o si este gobierno por fin, hace cosas que tienen que ver con nosotros, con esa forma de ser, con ese sentimiento profundo de toda repación posible.
Pienso.
Salgo a caminar. Todos los días lo hago. Camino infatigablemente. Escucho voces, palabras, oraciones que se reagrupan dentro mío. Esquivo las discusiones y las pólemicas, como si siguiese siendo una especie de extranjero que no tiene demasiados conocimientos sobre la realidad de este país. Me hago el zonzo, el tonto y disimulo.
Creo que algo subsiste dentro. Me impresiona el encono y el rencor que sienten ciertas personas ante el diferente. La persistente certeza de que el otro es siempre el enemigo. Ahora que por ejemplo YPF ha vuelto a ser lo que era, es, según dicen algunos trasnochados para robar más y mejor que antes. Cada palabra que surge desde el poder, inmediatamente es traducida como lo contrario y así se montan en ese odio, que genera, que generó siempre el peronismo. Salvo cuando los blanquitos de siempre y sus socios, vieron en el peronismo domesticado y traidor de ese momento un gobierno como la gente. Como el que ellos querían.
Porque en definitiva un liberal con miedo es siempre un fascista.
Entonces desde esta ecuación, elaboran sus odios de clase, sus predicamentos en contra de aquellos que no se les parecen ni tienen tan buenas costumbres como ellos.
Me encajo en "Love Lives" de Black Dub de su último disco. Vuelve el color, más color a esta ciudad, que me camina por el cuerpo a cada minuto. Un disco intenso y que se deja escuchar mientras se recorren barrios misteriosos. Gran invento este de los cascos o auriculares y llevar la música a cuestas. La vida es distinta, o por lo menos suena diferente al de nuestra adolescencia en donde para escuchar música, debíamos esperar que los mayores no estuviesen cerca o el cuarto de algún amigo o amiga, con tocadiscos a su disposición. Llevando a cuestas los discos bajo el brazo para compartir ese minuto de gloria o milagro, que se destilaba por algunos de los surcos de esos discos, que siendo stereos sonaban como lata. Vuelvo a Black Dub. Un disco interesante y lleno de música que alegra el corazón o por lo menos el mío, que siempre anda sediento de placer y de emociones nuevas para demostrarme a mí mismo que sigo vivo y que sigo buscando siempre como cumpliendo una vieja promesa de no dejar ni por un instante que el prejuicio me gane, me ponga un velo sobre ese placer que en el fondo es solamente el de seguir vivo y entre los vivos asi se puede seguir con esta cuenta, que tiene mucho de memoria, de formación y de rebeldía.
Porque uno, yo, en este caso intento seguir  sin conformarme, sin aceptar el lazo en el cuello ni el freno en la boca. A lo mejor ahora más sereno por una cuestión cronológica, pero con las mismas, creo, agallas de siempre para intentar destrabar tanta cosa mojigata.
A lo mejor siempre uno debe vivir suelto. Ligero de equipaje, con pocas cosas a cuestas. En silencio o a los gritos, tratando de ser uno de los mejores. Aunque esto, a veces sea un dilema en sí mismo.
Vuelvo a los Black Dub, ahora me suena en el centro de la cabeza "Ring the alarm" y se me desboca el corazón y sonrío, se que sonrío porue los que vienen de frente me miran sorprendidos y se desubican y hay hasta quien se molesta con este tipo alto de anteojos verdes, que les sonríe desde la nada.
Digo.
Acaba de ganar el socialista en Francia. Sarko se va por fin de la política con su Carla Bruni e hija a algún sitio hasta que alguna gran empresa o banco le ofrezca su merecido puesto de asesor.  Hollande no es la garantía de nada. Seguramente traicionará como suelen hacerlo los socialistas y que tan bien lo vienen haciendo desde la fundación de la socialdemocracia hasta nuestros días.  Esa es su historia en la historia de las democracias. No, no es consuelo. Pero de allí, ya se sabe, nunca más saldrá nada.
Mientras tanto el domingo se desenvuelve tal cual estaba previsto. Se viene la justicia para los fusilados en Trelew, allá en agosto de 1972. 16 hombres y mujeres fusilados sin juicio pero si con condena, rematados en el suelo y simulando después un intento de fuga para justificar la barbarie, la única barbarie que carece siempre decualquier tipo de justificativo.
Cuarenta años pasaron. Pero todo llega.  
La certeza de haber dado todo por un país para todos. Más justo, más solidario. Algo que de a poco vamos viendo hoy aquellos que logramos atravesar el fuego y llegar a este presente, en donde la memoria es una especie de artículo de lujo y donde uno, yo, la cuido a destajo como a mis plantitas de albahaca que me van creciendo en el balcón.Porque como decía la canción, pagarán su culpa los culpables y de eso se trata de que ninguno de estos hechos quede impune. Que sepan, estos viejitos, que los vamos a ir a buscar para que declaren y sean condenados. Aunque simulen los muy valientes defensores de la argentinidad, enfermedades o estados delicados de salud que a la larga ni a la calle podrán asomarse sin recibir la condena. De a poco, esto que parecía un disparate no hace muchos años, es un mensaje claro que el inconsciente había ido perfilando a lo largo de estas décadas de democracia y de lucha. 
Aprovecho.
Ya que estamos y viajando por esta nube extraña, descubro una foto que nunca había visto. El calzado del comandente Che Guevara que llevaba cuando lo capturaron y que fue escamoteda después de su asesinato en Bolivia para que las mentiras divulgadas en torno de él, no se viesen empañadas por esta imagen. Me quedo entonces con el ejemplo del Che para mí.
El que quiera y el que pueda que saque sus propias conclusiones, ya va siendo hora de comenzar a desbrosar tanto prejuicio inútil y cínico, ya va siendo hora.