En Zona

martes, 17 de diciembre de 2013

Cínicos Kamikazes







Entonces ocurre, que vuelvo a leer a Borges. Reconstruyo a mi manera y como puedo las andanzas del mejor escritor del siglo XIX y releo.
Dejo de lado las pretensiones periodísticas de querer hacer coincidir todo. Atribulados trabajadores de la subversión, como lo son, siempre los periodistas, tanto que suelen perder lo básico: el sentido de contar. Se cuentan ellos, entre ellos y a partir de ellos, construyen sus disparates, se convierten en inicio de camino sin ser camino. Enjambres de habladores a sueldos de sal, salarios curvos y mínimos.
Se hablan entre ellos y dicen, se dicen parte de un cuerpo que se desvanece. Una potencia infernal de traidores, lame botas, vampiros sin misterios. Al cobijo del sol, esperando ese luminoso día de redención que nunca les llega y del cual siempre reniegan.
Vuelvo a Borges y sonrío de placer en medio de un calor agobiante.
Se sabe, que el escritor, escribió viendo lo que escribía hasta el año '53, cuando se quedó ciego definitivamente.
Lo escrito hasta ahí, es potente, mágico y casi inentendible. Un mundo particular, un mundo personal, único y avasallador.
Después de ese año, lo escrito por el escritor, no es bueno, para mí.
Dejó de ver. El dibujo de la letra se hizo oral. Perdió mordedura. Devino, Borges, en otras cuestiones. Había que hablar. Oralidad militante, que se bifurcó en una obra, ya frágil y tenue que transformó al escritor en lo que podía ser, lo único: un conferenciante hábil, sustento de futuras y disparatadas ideas de un hombre, que titubeando, construyó su mundo y el mito.
Algo que siempre nos gusta demasiado a los argentinos. El mito. Ese enclave en donde construimos seducciones organizadas. Porque desde el mito hombres y mujeres, nos intuimos y también nos hacemos silencio.
Así estamos.
Calor agobiante de un diciembre que enloquece, mujer loca, desnuda y con ganas de cachondeo. En el medio policías que se quedan sin el dinero del narcotráfico en el bolsillo, mientras, las señoras de los polis, manejan autos últimos modelos, saqueos de risa y políticos con ganas de pastillas y olvidos.
Es que a la democracia, a esta democracia argenta le falta viagra, chicas.
De ahí ese romance de silencios que nos venden.
Esta noche no tengo a nadie entre mis brazos y entonces, pienso o por lo menos me distraigo.
Digo.
Hablan de la policía. Del supuesto golpe. Del intento de golpe. La policía siempre es la misma. Manejan las drogas, las reglas del juego, la prostitución y la tortura.
Ardientes y descabellados amanuenses, se rasgan las vestiduras caras que portan. Se asustan. Se incomodan con los muchachos de azul y de pistolas. Políticos abrumados por la historia que les toca el alma. Nadie les avisó. Lo muchachos de la gorra, son mafiosos y como tales operan.
11 muertos dejó la broma de la cana. Se acuartelaron, amenazaron y sin quedaban dudas, dirigieron los saqueos en persona.
Son bravos los delincuentes. Siempre lo suelen serlo.
Es que la policía, esos buenos muchachos, son los que les terminan sirviendo siempre a los que están por encima del resto.
Es que el ajuste, ese que se viene, porque sabemos que se viene de forma destapada los tendrá al frente, en la primera línea con el palito, el casco, escudo y balas de verdad para defender a los de siempre, no a nosotros.
Porque la represión venidera los necesita, las buenas comadres católicas y sus amanuenses, lo piden, lo van a pedir.
La carne como siempre viene de nuestro lado.
Sigue el calor en esta comarca.
Pasaron los años y Julio López, el desaparecido de estos tiempos sigue sin aparecer. La policía y el poder, siguen ocultando como siempre, lo necesario para esclarecer este hecho terrible.
Somos un país de desaparecidos. En vías de ser acaso bosques petrificados.
Espantados y solos. Agobiados esperamos el tren en la misma hora y en la misma estación, sabemos que no corre más, sin embargo esperamos como siempre.
El pensamiento lateral burgués, indica que vienen las vacaciones. Epoca de caza y cervezas. De postergaciones pautadas.
Matamos a los indios y los asesinos, rescataron entre los fuegos el pasado español de la conquista la excusa necesaria para el exterminio. Es decir: mucho balazo y mucha cruz.
Hoy seguimos matando por las dudas y por si acaso. Pero cuando nos toca, pedimos seguridad y vigilancia, porque la propiedad privada: mujer, casa o play station es sagrada.
Vuelvo.
Releo, es decir vuelvo a lo leído. Me detengo mientras, las cotorras de mi árbol se seducen a los gritos y picotazos.
Leo mientras el calor de diciembre arrebata todo, amontona los sentidos y nos prepara. De fondo suena el último disco del Indio Solari. Un milagro para derrotar tanto insatisfecho.
La herida sana a pesar de estar indefensos. Las magnolias de la plaza del pueblo que me habita desparrama perfumes y la gente sonríe a pesar de todo.


Lo más incierto
siguen siendo
las certezas,
más que las dudas.
Es ese coraje
borracho
que nos destapa
cuando siempre es
silencio,
que uno intenta.
Entonces.
Me quedo bajo
los tilos
para descubrir
el sonido
de los nombres
y dejo siempre la puerta
abierta
para la próxima vez...


Digo.
Casi un paraíso de traidores, que a cada paso siguen ocultando esa sinceridad para demostrarnos que la palabra es un cuerpo en sí. Lo dicho fantasea con nombres que se dicen en los bares y que nadie recuerda al segundo y que sin embargo forman y deforman nuestra mirada.
Vamos deseando y somos deseo. Documentos inalterables de nosotros. Brindis entre las sombras mientras avejentamos la memoria de a poco. Música de fondo, palabras desguazadas en el dique que a veces y sin querer somos nosotros.
Entonces uno se topa con estos momentos. Uno que siempre ha vivido en las fronteras de todo, se topa con estos secretos, conocidos y esperados, se revuelve y pregunta, disimulando, mientras el sol seca todo lo vivo de este pueblo.
Así como es pensamiento lateral, le pide a los poetas claridad, no suelen hacer lo mismo con el poder. Discutimos y seguimos sin pensar la dependencia. Nos explayamos sobre las improntas del mercado, sobre el robo de los funcionarios y no pensamos en nuestro subdesarrollo y en nuestra ubicación, en una larga y salada periferia.
Hace calor. Mucho.
Se pegotea la intención y los cuerpos. Se raspan algunos nombres que obligan a ese sube y baja del amor que se ha perdido, pero que sigue ahí arrastrándose detrás de nosotros para hacerse costumbre en este ir y volver con un nombre en el cuero, Somos esa porción de deseo que nombramos y adjudicamos como método de supervivencia extremos.
Es diciembre, se acaba el año de la serpiente, el que viene, dicen será mejor para algunos.
Que no sea nada!