En Zona

domingo, 30 de marzo de 2014

En días como este

Apenas disimulando, de a poquito recorriendo ese  desentenderme, hacerme el tonto, el zonzo. Bajo la sombra de algún árbol bonachón. Mirando para otro costado, quedándome de pie cuando el resto toma asiento. Pasan los días y tanta cháchara sobre esos temas que siempre cargan los diablitos por su cuenta en esas agendas lustrosas que tienen siempre los poderosos. Esos telefonillos inverosímiles llenos de futuro, prestos para ejercer ese lugar común, ese monumento que llevamos a cuestas los argentinitos de a pie o de pretenciosa camioneta 4x4 mientras nos desplazamos por un mundo que creemos nuestro y de nadie más. Ese lugar común nos define.
Por más que intente alejarme, hacerme el dormido. Por más que quiera alargar la sobremesa y quedarme jugueteando con las miguitas del pan digerido. Por más que crea que todo no es más que una mueca trágica que todo detiene, es en días como este, en donde, uno naufraga y se percibe en solitario, como lo que en definitiva soy, una gran solo.
Me quedo quieto.
En el bar del pueblo, sonríen con las andanzas de ese lejano Putin. Se esfuerzan por creer en milagros, entre ginebras y otros tóxicos. Hubo una época en la que frecuentaba bares animados buscando el amor de mi vida. Nunca lo encontré. Todo en los bares siempre es demasiado ficticio y falso.
Se sabe que el pasado es puro recuerdo, por ende puro invento y el futuro una adivinanza, de la cual no se sabe nada, ni siquiera la fecha del boleto de partida que tenemos asignado.
De pronto, como la lluvia, me llegan noticias de la nueva moda argentina. Esa cobardía disfrazada de engaños. Acaban de hacer justicia por mano propia, unos vecinos indomables en la defensa de la propiedad privada. Muchos, más ocasionales paseantes por esa calle, acorralaron a otro, solo, desarmado, indefenso y lo acaban de asesinar. Era un ladrón.
¿La prueba?
Era morochito, llevaba gorra e iba en un ciclomotor. Después se supo, que hubo vecinos que filmaron el hecho. También y esto no se dice, es que la víctima era un trabajador joven que volvía a su casa después de un día de trabajo.
Digo.
En algún momento de esta vida, nos hemos convertido en consumidores y hemos dejado de ser ciudadanos. Somos más diestros en la compra de electrodomésticos que en elegir diputados o senadores, en pensar políticas y sus alrededores. Dejamos de lado, la noción del otro, el registro del otro como un todo. Abandonamos la política, por el placer onanista del consumo y nos perdimos en medio de ese abrazo.
Siempre supe que un hombre con fe es mucho más peligroso que un animal con hambre, esa fe de lo propio, que arremolina a cualquiera en sus prejuicios y que a partir de allí todo se justifica, incluso la eliminación del otro.
Europa ya es de derechas, acaban de ganar los fascistas en Francia, los fascistas españoles siguen en las suyas y los alemanes ya se sabe. Todo en el primer centenario de aquella gran guerra que cambió todo de una vez en esas tierras. Casualidades que le dicen.
No quedan grandes esperanzas ni siquiera expectativas. Todo será un lento giro hacia el olvido. Habrá que prepararse me digo, mientras mis vecinos gritan los goles mirando por la tele, como 22 millonarios que escenifican la furias de los dioses y nada más.
Cambio.
Comenzó el otoño, todavía el frío está quieto en la puerta de casa. Duerme como los perros. Las hojas comienzan de a poco, con sus amarilleos previstos y algún que otro, ya se prepara a conciencia no sea que lo pille desprevenido el catarro de reglamento.
Así llego a estas palabras elaboradas por esta mujer, nacida en Ucrania pero brasilera de primer orden. Allí, llegó a la gran Clarice Lispector siendo poco más que una pregunta de tres años, ella llegó a otra tierra y se hizo en ella. Allí la buena de Clarice construyó su vida y desparramó su talento vigoroso por los cuatro costados. Escritora notable y que desde ese margen armado por ella, creó una de las obras más elocuentes que haya dado este continente en el plano literario durante el siglo pasado. La descubrí una noche cualquiera, cuando apenas tenía veinte años o algo más, entre incendios y explosiones. En otra vida.
Aquel librito, robado una noche de ardores, era "Agua Viva". Leído y marcado por mí durante semanas. Ahí, así, en ese tiempo, descubrí entre otras cuestiones, que las noches son largas y siempre reclaman una compañía. La noche siempre pide alguien a nuestro lado para no enloquecer.
Vuelvo a leer a esta mujer una vida después. Vuelvo a quedarme entre sus palabras en el bamboleo suave de este andar. "Aprendiendo a Vivir" son sus artículos periodísticos, llenos de lucidez, de ferocidad y de poesía, que un diario de San Pablo, decidió publicar durante muchos años. Vuelvo a reencontrar el ritmo de su palabra, la frontera de su mirada y el filo de su conciencia.
En esas lecturas, de hace mucho, descubrí a una mujer que era capaz de pensar y de decir: "He venido a escribirte. Es decir, a ser" o " Quién sepa la verdad que venga. Y que hable. Escucharemos afligidos".
Entonces en este inicio de otoño tan a mi estilo, vuelvo a organizar mi placer a través de ella. Leo y disfruto de ese sagrado momento a solas del mundo. Un hombre leyendo, mientras el mundo se complota a su alrededor sin llegar a perturbar ese momento.
Pienso en el castigo.
Pienso en Flaubert y en Tolstoi. En Madame Bovary o Anna Karenina. Dos novelas sobre la lectura de novelas. Dos momentos sobre la lectura y sus males. Dos mujeres castigadas por esa secreta pasión individual y por el temor que siempre han generado las novelitas en el centro de la sociedad capitalista y burguesa.
Me distraje.
Lispector es una escritora que vivió apenas cincuenta años. Lo hizo en un país lejano y asombroso, barroco y delirante como pocos. Allí esta mujer, edificó una obra, que todavía hoy sigue siendo única y fuerte.
Digo.
Tener un papa argentino es ya el suficiente castigo que recibimos. Esta supuesta alianza tan argentina entre dios y nosotros a través de su secretario privado, es muy fuerte. Tapas de revistas, noticias en los diarios, apariciones en televisión, todo se agrupa en ese paisaje tan gritón que nos rodea. Si éramos insoportables sin nada más que las vacas, que nunca fueron nuestras, el dulce de leche y Maradona, ahora con este señor que nos pide a nosotros, al resto, que recemos por él somos francamente invulnerables en lo que a tensión dramática se refiere. Debido, por supuesto, a esa fijación bien argentina de sabernos mejores que el resto a pesar de vivir en el sitio geográfico equivocado, de no estar en donde debería estar ubicado este paisito y esas cuestiones, que para un argentino de bien son solo anecdóticas y menores y que no hacen a la construcción premeditada de nuestro ego, pero que fraguan en ese ser argentino tan de nosotros y tan particular.
En fin ahora que anochece y se van despertando los fantasmas, una voz me susurra: tomamos mate o…
Sigo.
Pongo música, descubro a estos canadienses y la sonrisa se me instala en el ojal. Me dejó llevar en días como este, por esa secreta pasión de dejarme llevar. Incendiarme y caminando despacito y por las piedras, creer por un momento en la belleza de tanta vida que a veces, los enemigos tratan de destruirla y hacerla más feroz. The Cookers Quintet se llaman estos muchachos que me desbloquean la cabeza. La tierra es grande y ajena, sin embargo con un poquito de buena voluntad y buena música, vamos a ir aprendiendo de a poquito. Subiendo esas cuestas y detallándonos a nosotros, entre nosotros, las sutilezas de esta vida que sin pedirla, hemos emprendido.
Vuelvo. El jazz es el mejor y único invento del siglo pasado, que logró transformar todo a su paso. Hoy es una música que ya no tiene lugar de origen. No hay que ser de ningún sitio específico para ejercerla con talento y honestidad. Si bien tiene un origen, hoy ese origen es el mundo y eso es lo alegre y lo lleno de vida que nos camina por la nuca cada vez que descubrimos ese placer oculto dibujado por músicos, que solo buscan, como uno, algunas respuestas casi insensatas pero siempre necesarias.
A lo mejor ese costado creativo, sea el único reaseguro que tenemos nosotros, el resto, para seguir intentando todos los días lo que intentamos. La música sirve a para esto, entre otras cosas. Por lo menos para mí. Ese único sitio de grandeza al cual accedo con emoción cada vez que descubro un nuevo atajo, una nueva senda por donde transitar.
Vuelvo.
A pesar de ese costado salvaje de buena parte de la clase media de este país, despreciable y cobarde como siempre, a pesar de este nuevo deporte de caza del hombre que quieren ejercitar, sabemos, nosotros, los que estamos en la vereda de enfrente, que en el fondo, ellos, siempre tienen miedo y con ese miedo conviven a cada paso, duermen y comen.
Así las cosas en este paisaje del sur del mundo.
Así compañeros tomamos mate o...



martes, 11 de marzo de 2014

Ese amor que no cesa

A veces me desdibujo pensando mientras miro todo crecer a mi alrededor. Me hice jardinero y aprendí el rumbo de los vientos, el rumor de las lluvias y los caminos locos de las hormigas en pos del invierno futuro.
Pienso en distancias que ayer, no estaban. En malabares que cometía y esos amores desenfrenados y locos, que me guiaban por esta selva, que algunos llaman vida. Me hice jardinero y hablo con mis plantas, les cuento las desprolijidades de nosotros. Les leo en voz alta, poemas garabateados y algunos sueños. Pasaron las lluvias y los brotes nuevos resisten la llegada del otoño. Viene la poda, llegarán los olores a maderas quemadas y el sol, de a poco comenzará a cambiar su camino.
Ya, en este marzo, la sombra de la medianera se hace grande hacia el otro lado. Sonrío.
De fondo suena y fuerte Van Morrison y su "Fire in the Belly" de ese hermoso y poderoso trabajo que fue "The Healing Game" del año 97.
Buenos Aires, aquel año era inexplicable, lleno de traidores, trepadores rabiosos que convivían con el espanto y sin embargo mientras te seducían, te iban desnudando despacito antes de marcharse con tu ropa a cuestas.
Era la temporadita en donde nosotros, vivos, vivillos, atrevidos y desenfrenados, creíamos estar en el primer mundo, con nuestro alijo de blanca y poderosa incertidumbre. Éramos más democráticos, más invencibles y hasta más lindos. Bonitos y babosos, sabíamos que el mundo había terminado la semana anterior, sin embargo alegremente, con el cuerpo bien durito, íbamos al infierno oliendo perfumes buenos, de las manos de mujeres decididas mientras nadie, nada interesaba demasiado.
Sonaba Van Morrison por aquellos años y todo se detenía en torno de la miseria que habíamos clausurado por decreto. Íbamos de cama en cama, sin saber siquiera el nombre de nuestro acompañante. No importaba, miserables sin cloacas como las de Víctor Hugo, el mundo era nuestron y parecido a ese París, miserable y lejano.
Apenas una maceta. Un tiesto de tierra reseca para ese jazmín moribundo que nos seguía, como el limón reseco en la heladera de divorciados que poseíamos debido a la división de bienes difusa que nos había tocado en suerte, era lo nuestro.
Así a lo mejor, hoy somos esa especie de culpables asombrados por lo huracanado de esas vidas. Fuimos y ya no somos. Suena Van Morrison este 11 de marzo, de sol tibio. Todavía la tropilla de grillos, espera por las sombras.
¿Te acordás del 11 de marzo del '73? Me dispara un amigo por teléfono. Enmudezco. Los años son una catarata imparable y tenaz. Miro por la ventana de la cocina y los nombres comienzan a caminarme por la nuca. Todos ríen, van con banderas y bufandas. Nos abrazamos en la puerta del penal, a la salida del rumor con nombres y olores.
Digo.
A veces la vida es tan rala. Viene tan peladita y es lo único que tenemos. A veces, rodeado uno medita si renunciar, si es mejor despertar de esos sueños húmedos, que fueron nuestros años felices y antiguos ya y seguir a pesar de las cuestas y pantanos que tenemos enfrente.
Este es un país que no existe. Una mueca, apenas un gesto bajo bandera.
Tiene sus cosas. Es raro, somos raros. Hablamos de la mujer, nos desgarramos las vestiduras para ser menos machistas y las seguimos asesinando a mansalva. Total es una cosa, son una cosa y nosotros unos inmorales igualados en el fango de la miseria.
Decimos yegua a la que nos gobierna. Enseguida es puta, trola, bruja y siguen las firmas. No hay como nuestra mamá. El resto es desechable. Las querés matar. Y las matamos.
¿El resto? Bien gracias.
Pienso.
Mientras veo este muro diseñado por "Acción No Ética", la dirección es http://www.accionnoetica.com que me causa gracia y que la recomiendo.
Un buen día esto va a ocurrir, o ya ocurre desde hace décadas y ninguno descubrió, que en el fondo esto ya nos pasó, que esto somos los argentinitos que vivimos en el puerto, añorando Europa o Nueva York y que en el fondo seguimos encadenados a este disparate de creernos los mejores de la nada. A veces escuchar detenidamente a los políticos, curas o periodistas de este alucinado país, sirve para darse cuenta que, nosotros hace tiempo estamos en el horno a fuego lento, y, mientras tanto saludamos por la ventanita del horno esperando la foto.
Estamos en sus manos y cuando nos orinan, nos traducen que en realidad llueve y que debemos aguantar. Porque ellos, los que cortan el pastel, los que tienen la sartén por el mango, son los dueños de la tontería. Inventores de una democracia intocada y suya, vacía de contenido y muerta de vejez prematura o con locura senil, que vendría a ser casi lo mismo.
Digo.
Vas hacia el fuego y volvés floreciendo como el amor.
Leo un poema, otro más de la gran Sharon Olds que tomo de esa gran página de poesía que es http://elpoetaocasional.blogspot, blog que me arrebata, que me seduce y que siempre me sorprende con esa tenacidad que solo las cosas buenas suelen regalar.
Así me enamoro de esta mujer y me dejo llevar por sus palabras. Así descubro poetas y me descubro a mí leyéndolos con esa emoción tan profunda y radical que siempre tuvo la palabra sobre mí. En mi cuerpo.
Palabras que me cruzaron como los vientos del este a lo largo de mi vida. Que me hicieron crecer y que también me hicieron creer con algo mejor, no más cómodo, sino ese mordisco de vida que en mi caso particular, siempre vino de noche, en medio del silencio y debajo de la sorpresa.
Celebro entonces, a esta mujer y su poesía para este marzo raro, que vivo en las afueras de todo por decisión propia.






Poema al padre



De pronto te imaginé
de niño en aquella casa, habitaciones oscuras
y cálida chimenea con el hombre enfrente
callado. Te movías a través del grávido aire
con tu corpórea belleza, un chico de siete años,
indefenso, avispado, hubo cosas que el hombre
hizo cerca de ti, era tu padre,
el molde con el que fuiste creado. Abajo en el
sótano, los barriles de dulces manzanas,
cogidas del árbol en su momento álgido, se pudrieron
y descompusieron y por delante de la puerta del
sótano el arroyo corría y corría, y algo
no te fue dado, o algo te fue
robado, algo con lo que naciste, y hoy
incluso a tus 30 y 40 años te llevas
la oleosa medicina a tus labios
cada noche, ponzoña para ayudarte
a caer inconsciente. Siempre pensé que
la clave fue lo que nos hiciste
de adulto pero luego recordé a aquel niño
siendo moldeado frente al fuego, los
diminutos huesos de su alma
retorcidos y fracturados, los pequeños
tendones sujetando el corazón
partidos en dos. Y lo que ellos te hicieron
tú no me lo hiciste. Cuando ahora te amo,
me gusta pensar que estoy dando mi amor
directamente a ese chico de la habitación tórrida
como si ese amor pudiese alcanzarlo a tiempo.


Enlaces: El poeta ocasional
Imagen: www.guardian.co.uk

Cambio.
Ahora suena de fondo, Johnny Cash y ese abrumador "The Man Comes Around", producido por un tal Rubin que lo rescata del olvido que la vida le regaló al final de su vida. Su voz profunda y seca, juega con los pájaros que picotean entre el pasto de este fondo de país, que habito y del cual, me parece, no saldré por voluntad propia.
Quedan cuestiones. 
Rusia invade Crimea y algunos parroquianos de este bar, sonríen esperando el día de la justicia. Otros, ni siquiera saben de Crimea o Rusia. Los españoles siguen creyendo en reyes y otros malvados históricos. Algunos en el bar, recuerdan desde aquí alguna república pérdida y no sonríen tanto, porque todavía recuerdan.
La vida sigue, me digo para mí. Mientras pienso en las plagas y en como eliminarlas. Raro juego de supervivencia que debemos enfrentar los jardineros de turno.
Asumió de nuevo la mujer chilena, hija de un torturado y asesinado por la dictadura. La persona, otra mujer, que la recibió es la hija de un presidente asesinado por la misma dictadura. Los tiempos van cambiando. De a poquito, pero no importa. Ese luminoso día de justicia, siempre asoma el morro por entre las nubes y nos hace felices para adentro, como siempre suele ser la verdadera felicidad.
Digo.
Recobro, en esta tarde todavía veraniega pero a la baja, un disco deslumbrante y obligatorio para aquellos que todavía suelen creer.
Bob Dylan, el viejo Robertito del barrio y un trabajo que por lo menos a mí, me partió la cabeza en cuatro mitades, como manzana madura cuando lo escuché por primera vez.
"Oh Mercy" es la demostración palpable del talento suelto de este hombre, que desde comienzos de los años sesenta viene llenando de música a buena parte de este planeta. Un tipo, que envejece mientras recorre los caminos haciendo conciertos. El tipo de hombre, que desde ese lugar, maneja los espacios sin envejecer a pesar de hacerlo, como todos y como suele ocurrir. Este trabajo, suena moderno y de alguna manera lo es, aunque ya tiene sus años sobre sus espaldas. Disco que escucho de tanto en tanto, con secreta devoción y del cual aprendo, en el cual descubro cosas a cada pasada. Este tal vez sea el mejor de los discos del poeta y cantante. A lo mejor, en este y a pesar de las discusiones, se encuentren las mejores canciones que produjo. Seguramente no habrá ni creo que haya grandes éxitos. Ni siquiera canciones murmuradas por aquellos seguidores de siempre, pero este disco, es un paso más dado por Dylan. Si primero fue pasar de lo acústico a lo eléctrico, creando ese escándalo que todavía resuena, en este, está el arribo a una época galopante como lo fueron los años ochenta.
Daniel Lanois es el productor y el que le cambió la historia a este gran músico y poeta, que sigue siendo Bob Dylan.
Disco para tenerlo siempre a mano. Comienza con "Political World" y ahí el mundo se acaba y recomienza de nuevo, como esas locuras que a veces tanto suelen gustarnos y que tanto solemos buscar casi desesperadamente.
Después le siguen algunas pequeñas joyas como "Man in the Long Black Coat" o la espléndida "Most of the Time" como para por lo menos simular nuestra aparente felicidad.
Un disco casi obligatorio para todos aquellos que crean que todavía sigue habiendo posibilidades al alcance de la mano.
Vuelvo.
Miro mi pequeño jardín volteriano (a los que les quepa el sayo, que se lo pongan), mañana deberé remover, podar, corretear cizaña y tratar de seguir creyendo que todo siempre puede ser posible.
Compañeros esto, como siempre, está todo pago...